Con la vara que midas serás medido

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columnaimagenPor Sergio Morales

Los hijos acaban en segundos con el tesoro de toda una vida. Es la ley, así ha sido, así es, y así seguirá siendo hasta el final de los tiempos. Uno puede tratar de evitarlo puede intentar esconder esas preciadas reliquias en el fondo de algún ropero que nadie abre o en la parte más alta del closet al cual nadie llega pero la verdad es que  no hay nada que se pueda hacer. Los hijos son como las hormigas, haces todo para que no te invadan pero al final siempre llegan a donde les da su regalada su gana.

Cuando yo tenía más o menos la edad de mi hija mi padre quería matarme. Si puedo contarles esta historia es porque obviamente no lo hizo pero créanme no lo culpo ni por un segundo.  Ese hombre era un pan de dios y yo me comportaba como una tortilla del diablo. Mi padre no paró de trabajar un solo día de su vida y una de sus muy pocas satisfacciones era el coleccionar objetos siempre tuvo una gran predilección por la química y aunque no tuvo la oportunidad de estudiar una carrera universitaria con mucho sacrificio logró armar un laboratorio en la parte de atrás de nuestra casa.

Para los que no conocen de este tema déjenme decirles  que muchas de las piezas de un laboratorio de química son de vidrio por lo tanto son piezas delicadas que obviamente requieren un trato especial. Hay probetas, tubos de ensayo, embudos, microscopios, antorchas, tubos de destilación, morteros y un montón de cosas más. Mi padre las tenía todas pulcramente organizadas y era como un lugar religioso para él pues casi nunca entraba al cuarto en donde tenía todas esas piezas y cuando agregaba una más solo la colocaba, la veía por unos segundos y salía del cuarto. Mi madre todo el tiempo estaba trabajando y no podía cuidarme pero yo ya era lo suficientemente grande para andar por ahí jugando. A mí nunca me ha gustado la química pero siempre me ha encantado el rock and Roll y no había mucho que pensar el laboratorio de mi papá era el lugar perfecto para mi estudio de grabación (imaginario por supuesto).

En ese tiempo (por ahí de 1990) yo solía pensar que era Sebastian Bach el vocalista del grupo Skid Row, así que durante mis imaginarios conciertos ponía en mi grabadora la canción de Monkey Businees y me dejaba llevar por la magia. En el video de la canción Sebastian Bach golpea con un palo una decadente figura humana lo que me parecía algo muy cool porque era como un desahogo brutal a toda esa energía que mi cuerpo poseía el problema fue que a falta de figura decadente opté por pegarle a un tanque de gas viejo el cual no tenía mucho balance pero si suficientemente peso como para tumbar la vitrina más grande de probetas de vidrio y esta a su vez tirar la mesa de los microscopios y quien sabe cuántas cosas más. Obviamente el concierto terminó y fui castigado severamente y mi padre no me habló por unos días.

Para ser sinceros pensé que el castigo, dadas las circunstancias, sería mucho peor pero por una particular razón que descubrí hasta el día de hoy, casi 27 años después, mi padre no fue tan severo conmigo.

Hace muchos años un primo de Houston me regaló unas barajitas de jugadores profesionales de baloncesto. El amor fue instantáneo y brutal y a partir de ahí comencé a coleccionar barajitas de basquetbolistas las cuales almacenaba primero en un catálogo de fotografías y conforme la colección fue aumentando después las guardé en un libro especial para ese tipo de barajitas. Nunca supe si valían mucho o poco pues para mí todas eran muy valiosas y es verdad que cada vez las veía menos pero seguían teniendo un valor muy especial en mi corazón.

Y es por eso que no puedo describir el dolor tan profundo que siento al ver en este momento en la taza del excusado de nuestro baño las barajitas de James Worthy, Isahia Thomas, Patrick Ewing, Larry Bird, Adrian Dantley, Clide Drexler, Magic Johnson y muchos otros más de mis ídolos basquetbolistas de antaño. Tengo ya cerca de veinte minutos pensando en cómo rescatarlos a todos ellos del fondo del agua pero no creo que se pueda hacer algo porque están totalmente empapados.

Mi niña se aproxima caminando hacia mí con la barajita de Manute Bol en su mano derecha y se dispone a echarla al agua del excusado junto con las otras.

-Estamos limpiando papi- dice mi niña.

Yo muy molesto por supuesto le hablo a mi esposa para que me dé una explicación al respecto de tan inmensa tragedia y me imagino que de la misma forma mi padre le debe haber hablado  a mi madre cuando acabé con su laboratorio. No escuché lo que mi madre le dijo a mi padre pero seguramente fue algo parecido a lo que mi esposa me dijo a mí.

El tiempo te da la sabiduría para reconocer que todas las esposas son no solo son muy astutas sino que también pueden ser maléficas si se lo proponen y en milésimas de segundo, sin que tú te des cuenta por supuesto, hacen su  “magia negra” para convertir al ofendido (yo) en el peor de los tiranos habidos y por haber en el mundo entero.

-¿Se tapó el baño?- me dice mi esposa.

-¿A quién demonios le importa si se tapó el baño?-contesté muy enojado- ¿Por qué está el Magic Johnson en el fondo de nuestro excusado?- pregunto.

-¿Quién es Magic Johnson?- dice mi esposa.

-¡Sabes a lo que me refiero!-le digo.

-¡A que señor tan histérico!-dice mi esposa mientras recoge las pocas barajitas que estaban tiradas en el suelo- ¡pobre de mi hija! Mira ya se asustó con tus gritotes ¡Pobre criatura! ya nos vamos mejor para no molestarte no te preocupes- dice mi esposa y se lleva a nuestra hija cargada entre sus brazos. Mi hija ahora llora desconsoladamente pero no creo que sea por mis barajitas sino porque nos ha visto discutir a su madre y a mí.

Me siento pésimo por haber hecho llorar a mi hija y por haber perdido para siempre mis amadas barajitas. Con el mismo dolor con el que un general abandonaría a sus soldados en el campo de batalla sin poder rescatarlos no tuve más remedio que bajarle al baño.

Pensé… la deuda con mi padre está saldada.

Pero no terminaré así mi historia pues solo le pido a dios con todas mis fuerzas me conceda el último deseo de llegar a ver como mi nieta o nieto acaba con los recuerdos de esta desconsiderada que aventó literalmente todos mis sueños al excusado.

 

bigsergio04mex@hotmail.com

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