Las redes sociales ¿Un afán de justicia o un afán de linchamiento?

justicia o linchamiento

Sergio Morales

La mayoría de los usuarios de internet en el mundo reaccionamos de inmediato cuando nos enteramos de una injusticia o un acto de corrupción de los funcionarios públicos por medio de las redes sociales. Expresamos nuestra opinión y gracias a que no tenemos ningún tipo de censura, normalmente le damos con un tubo al individuo o a la institución que se está denunciando. Hacemos esto porque existe en nosotros un noble afán de hacer justicia o lo hacemos tan solo por un el resentimiento o el coraje que hemos guardado en nuestros estómagos por años.

En ambos casos, internet permite expresar nuestra opinión sin ningún tipo de límite o censura. Está comprobado que millones y millones de comentarios de usuarios en la red pueden provocar una presión social tan fuerte que puede ocasionar desde una fuerte reprimenda al funcionario público hasta el despido total (recordemos el caso Lady de Polanco en México DF).

¿Es este entonces el tipo de justicia que nosotros impondremos de ahora en adelante? ¿Millones de usuarios en la red permanecerán vigilantes a cada paso de los funcionarios públicos para castigarlos o correrlos según sea el caso? ¿Genial no?

Lamentablemente no puede ser así… aún. Mientras tanto hay que respetar la ley.

Un linchamiento se produce cuando la opinión pública determina que el estado ha sido incapaz de aplicar el yugo de la ley a las personas que cometen lo que todos consideran un delito. Los linchamientos son crueles y despiadados, durante estos se desata una vorágine de odio y sangre que normalmente desemboca en la muerte del malhechor. Mucho de ese odio y resentimiento es el acumulado por las víctimas a lo largo de los años y son esos mismos ciudadanos los que ejecutan el linchamiento.

En el pasado más antiguo, los ciudadanos que linchaban a los maleantes argumentaban aplicar con su propia mano “la ley de dios”. Es decir, el ciudadano decidía actuar de acuerdo a lo que a su juicio era lo que dios quería y justificaba sus actos violentos convirtiéndose así en una especie de “justiciero- asesino- justificado”

Evolucionamos y los seres humanos en nuestros respectivos países acordamos elegir en nuestros gobiernos (con distintos nombres) una suprema corte de justicia para que fuera la encargada de hacer que se cumplan las leyes que nosotros mismos creamos.

Este organismo se supone debería estar integrado por las personas más inteligentes, honestas y sobre todo capaces de hacer cumplir la ley en todas sus ramificaciones. A esto es a lo que le llamamos “Estado”.

Hace unas décadas apenas,  la información que nos llegaba a los ciudadanos era proporcionada por los medios de comunicación que eran la prensa escrita, la radio y la televisión. Esto daba pie a una gran manipulación de la información, de la que todo el mundo sospechaba pero nadie podía asegurar nada ya que a final de cuentas lo que los medios informaban era la “realidad de los hechos” y no había forma de demostrar lo contrario.

Esto poco a poco fue creando un resentimiento terrible entre los ciudadanos hacia los principales medios de comunicación y sobre todo hacia los funcionarios públicos que a todas luces “compraban” esos medios de comunicación. Esta corrupción e impunidad fue sembrando entre muchos ciudadanos la semilla de la investigación y la búsqueda de la verdad.

Hoy en día con las redes sociales y sobre todo con la “no censura” de internet hay una absoluta libertad de investigación por parte del ciudadano por lo que este puede estar igual o mucho más informado que un comunicador social que trabaje para un medio de comunicación actual. Y no solo eso, sino que ahora tiene miles de plataformas de expresión para señalar y acusar con fundamentos a quien considere está realizando un ilícito.

El ciudadano de hoy permanece muy al pendiente de las redes sociales y en cuanto detecta una denuncia sobre todo en contra de un funcionario público, de inmediato expresa su opinión y lo hace con todo el coraje y resentimiento de los años en que nunca pudo hacerlo. Obviamente durante todo ese tiempo el ciudadano fue víctima de manera directa o indirecta de la impunidad y la soberbia de estos tipos en el poder.

Y es curioso pero parecido a lo que sucedía en el pasado, cuando el ciudadano expresa su desacuerdo desata con sus opiniones una vorágine de odio y rencor que contagia a los demás usuarios en la red. El ciudadano  saca desde lo más profundo de su estomago el más perfecto de los insultos y si por alguna razón este no tuviera el efecto y la fuerza que se desea, regresa para editarlo y reescribirlo mejor.

El ciudadano de hoy en día no puede moler a golpes a un funcionario público como sucedería en un linchamiento, tampoco puede enviarlo a la horca o a la hoguera. Lo que hace en cambio es dar rienda suelta a su desprecio y desaprobación con opiniones y comentarios que desenmascaran o acusan al funcionario en cuestión. Entre los millones de “likes” y millones de duros comentarios bien podríamos denominar a esta acción como un tipo de “linchamiento cibernético” con la diferencia que este tipo de linchamiento a diferencia del real no duele en lo más mínimo y en ocasiones ni siquiera perturba si tomamos en cuenta la dureza de la concha que se cargan estos tipos.

El nombre de este fenómeno no es realmente importante, lo que sí es importante es saber si al aplicarlo lo hacemos porque realmente queremos que se haga justicia en ese caso en particular o es simplemente porque como durante años hemos odiado a estos tipos (con justificada razón) pues hoy en día hagan lo que hagan, sea bueno o malo,  merecen poco menos que la muerte.

Habría que preguntarnos… Al actuar de esta forma tan visceral ¿No estamos adjudicándonos el “poder divino” de la justicia de la misma forma en la que lo hacían las personas que linchaban en el pasado? ¿No pensamos, a lo mejor de manera inconsciente, que la opinión que damos con tanta furia es la misma opinión que daría dios? ¿No estamos convirtiéndonos en “asesinos con licencia”?

Y esto pudiera parecer poco o muy exagerado pero no lo es tanto. El funcionario público vive de la opinión pública y hoy en día si se le ocurre realizar un acto de impunidad o corrupción está condenado a sufrir una fuerte presión en las redes sociales por parte de la ciudadanía. Los ciudadanos tienen ahora poder de denuncia y actúan contra quienes por años han pensado que la ley no puede alcanzarlos.

Al mismo tiempo no podemos caer en la exageración de que la justicia en nuestro mundo real se impondrá desde un mundo cibernético… todavía.

No podemos cantar victoria y pensar que de ahora en adelante la justicia se impartirá por todos los millones y millones de usuarios que opinamos diariamente en las redes sociales. No podemos decir que gracias a todos nuestros ojos y cámaras vigilantes terminaremos con la corrupción y la impunidad de nuestros  malos funcionarios o gobernantes.

Lamentablemente esto no es, ni será así en un futuro próximo.

Las redes sociales imponen mucha presión social sobre los funcionarios públicos esto es un hecho, pero aunque nos duela, esto no es una ley y así tenga millones y millones de “likes” la opinión más correcta y justa no dejará de ser más que eso. Una opinión. La ley sigue siendo la ley y los seres humanos regimos nuestras vidas de acuerdo a las leyes.  Para eso las creamos y para que se considere hacer ciertas modificaciones a cualquier ley establecida, hay que seguir los procesos y los tiempos que se marcan en las constituciones de cada país.

Tampoco es una lucha completamente perdida.  A diferencia del pasado, nuestra opinión ahora es vista y escuchada y eso es muy importante.  Pero lo más trascendente es que ahora nuestra opinión produce un efecto inmediato en nuestra misma sociedad  lo que no ocurría hace mucho, mucho, mucho tiempo.

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