Por: Hernán O. Gálvez
En mi país, Perú, hay un debate que ha dividido miserablemente a la ciudadanía: ¿tienen los homosexuales y lesbianas derecho a unirse civilmente? Y digo miserablemente porque, en pleno siglo 21, me avergüenza que nuestra sociedad siga en la prehistoria civil. Es como si todavía debatiéramos si las mujeres tienen derecho a votar, o si los negros pueden orinar donde orina un blanco. El tema es simple: derechos. Algunos idiotas lo confunden con “simpatía”. O sea, que votar a favor te hace gay friendly por antonomasia: uy no, qué vergüenza, pensarán que soy uno de “esos”. Otros, aún más idiotas, meten el tema religioso: la unión gay va contra “la ley de Dios”. Si primero alguien pudiera enseñarme esa dichosa ley que me han nombrado desde que estudié en colegio de curas, lo agradecería. No existe pues. Las leyes son de los hombres, y un estado laico se debe a sus ciudadanos civiles. Nosotros los civiles no decidimos si está bien o no que un adulto vista sotanas afeminadas y castre (literalmente) su actividad sexual para predicar sobre un Dios que, por el contrario, aplaudía la reproducción. ¿Entonces por qué tendríamos que tomar en cuenta lo que “la iglesia” tenga que decir sobre un derecho civil? ¿Qué sabe un cura sobre convivencia no clerical?
Un monseñor peruano de apellido improbable, Bambarén, ha llamado “maricón” (término peyorativo para referirse a los homosexuales) al autor de esta ley, el congresista Carlos Bruce. Bruce ha compartido (compartido, no confesado como mal se utiliza, ya que lo confesado suena a delito, a acto vergonzoso) recientemente que es homosexual. El brillante monseñor ha dicho que Bruce impulsa esta ley porque “le conviene”. O sea, si usamos el sabio razonamiento de este ser iluminado, las congresistas mujeres no podrían promover leyes contra el abuso femenino porque “les conviene”. Ni los legisladores discapacitados leyes igualitarias para el trato a minusválidos. Y así.
La unión civil no es un matrimonio, por Dios (mención divina sin sarcasmo): es sólo eso, una ratificación legal de un vínculo afectivo. Tan igual como cuando dos heterosexuales se casan civilmente. El heterosexual católico elige libremente si complementa ese vínculo con la venia de su religión, pero que lo haga o no tiene cero significado legal. Es una libre elección. ¿Quién diablos (mención luciferina con sarcasmo) es la iglesia para limitar ese derecho legal?
El proyecto ha sido rechazado inicialmente y va a segunda votación en unos días. Y eso que es un proyecto incompleto, porque no contempla la adopción. El congresista Bruce ha creído “prudente” no incluir esa posibilidad para hacerlo más viable. Ni así. La hipócrita sociedad peruana ha aplaudido el rechazo congresal. Esa sociedad que dice, haciendo gala de una ignorancia vergonzante, que un niño(a) criado dentro de una unión gay crecerá “confundido(a)”. O sea, que un niño de padres homosexuales crecerá homosexual, y una niña de madres lesbianas crecerá lesbiana, por peso natural. Cuando escucho “razonamientos” así, pierdo toda esperanza en la especie humana. Debería haber pena de muerte para los imbéciles, aunque el planeta quede desierto. Claro, todos los hijos de doctores son doctores. Y todos los hijos de asesinos, son asesinos. Y todos los hijos de heterosexuales son unas blancas palomitas. Y todos esos ladrones, violadores, corruptos, nacidos de beatas uniones heterosexuales que vemos a diario en las noticias, ¿qué son? ¿Obra del maligno?
Dicen que la esperanza es lo último que se pierde, pero conozco a mi gente, sé que esa ley no verá la luz ni ahora ni en el futuro próximo. En vez de impulsar leyes demasiado progresistas para sociedades tan retrógradas, deberían primero promover la educación y conciencia cívica. Para que todos seamos iguales no hace falta que simpatices o defiendas tal o cual opción. Se trata de que la respetes. Eres bueno para quejarte cuando tus derechos, en otros países, no son respetados. Analiza tu comportamiento respecto a los demás desde donde debes empezar: tu casa.
Hernán O. Gálvez es periodista y escritor. Posee un título de bachiller en Periodismo de la universidad de Wisconsin y una maestría en Ciencias Políticas de la universidad estatal de Cleveland. También es dueño de Bilingual Trade International LLC, compañía de interpretación, traducción y asesoría en inmigración.
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