Sergio Morales
El domingo pasado acudí a misa de siete. Sería un total alarde de mi parte decir que lo hice por convicción propia ya que fue mi esposa la que me obligó a hacerlo, pero bueno, al menos merezco el crédito de haber accedido. Para cualquier hombre que se diga decente, no es nada sencillo abandonar, en domingo, la super programación que las televisoras ponen a nuestra disposición en la comodidad de nuestro hogar.
En fin, deje de ver la increíble película y me dispuse a visitar la casa del señor.
Al llegar a la iglesia, la misa recién estaba empezando y además del poco espacio para sentarte, me llamó la atención ver allá arriba junto al padre a Don Julio el dueño de la óptica oculista en la ciudad.
Tengo muchos recuerdos de Don Julio, sobre todo en mi infancia. Recuerdo una vez cuando teníamos entre 10 y 12 años, mis primos y yo intentábamos jugar golf en el club de la compañía. No, no se confundan, les aseguro que éramos todo lo opuesto a ser ricos en ese entonces (sigo sin serlo por si les preocupaba). Ese club era parte de la compañía en la que trabajaban el 90% de los habitantes de mi ciudad y se mantenía gracias a las cuotas de los trabajadores como era mi padre y los padres de mis primos y amigos que ahí me acompañaban. Los palos de golf que traíamos los compramos en una pulga (lugar en donde venden artículos de segunda) a cinco dólares por siete palos. Del precio imaginen el estado de los mismos. Además ahí mismo compramos cuatro pelotas de golf y el tipo de la pulga nos regaló un paquete de “T” que son los palitos que se ponen debajo de la pelota.
Don Julio se juntaba casi todas las tardes con un grupo de ingenieros y doctores para jugar golf y no le negaban la entrada a las demás personas pero hacían todo lo posible porque no fueran, o más bien fuéramos.
Nosotros íbamos por el cuarto hoyo cuando nos topamos al grupo de Don Julio cruzando rumbo al hoyo No. 9. El hombre al vernos, se abalanzó contra nosotros gritándonos que nos saliéramos del campo. Que deberíamos de respetar y que éramos una bola de abusones. La verdad no habíamos hecho nada y el tipo nos corrió sin más. Nos gritó, nos insultó y nos humilló ante su grupo de amigos. Los chicos que iban conmigo agacharon la cabeza y se hicieron a un lado cabizbajos y tristes.
Me hubiera gustado tener la claridad mental para decirle que era un perfecto imbécil y que ese club lo mantenían todos los papas del pueblo con sus cuotas y por lo tanto teníamos el mismo derecho que ellos de intentar jugar allí (aunque no fuéramos expertos). Además me hubiera gustado decirle que todos los seres humanos somos iguales y que por lo tanto todos merecemos ser tratados con respeto hasta que demostremos lo contrario. Pero era un chico de 10 años.
Volviendo a la iglesia y por supuesto a Don Julio quien estaba parado allí junto al padre como si fuera un monaguillo. Me sorprendió totalmente su actitud casi, casi de esclavo. Cabeza gacha, ojos cerrados, manos juntas y al parecer en una intensa meditación. Cuando llegó la hora de tomar el cuerpo de Cristo (la ostia) Don Julio se acercó, siempre con la cabeza agachada y casi todo el tiempo con los ojos entrecerrados. El sacerdote le dio la ostia y luego le confió un montón de ostias más para que Don Julio se las diera a los feligreses.
Yo estaba atónito y por poco y pierdo la compostura al son de “No mam… cab..ón” pero mi esposa como siempre oportuna, de un pisotón acabó con la blasfemia.
No podía entenderlo. Un tipo que a todas luces y por muchos años fue un completo idiota, abusón, discriminador, elitista, broncudo, prepotente y demás… ah pero eso sí, muy sociable.
Estaba ahí junto al padre, cerquita de dios. Y no solo eso, sino que además tenía el privilegio de con sus manos tocar el cuerpo de Cristo y dárselo al resto de los mortales como si fuera un sacerdote. Es decir, el tipo ahora era un intermediario entre dios y nosotros los mortales para que pudiéramos recibir el cuerpo de Cristo. De alguna manera el tipo ahora era merecedor de un rango eclesiástico que me imagino se ganaba gracias a su trayectoria de vida.
Para los que no son católicos pues esto no tiene mucho sentido desde un principio, pero para los que humildemente intentamos seguirlo siendo pues esto es muy decepcionante.
Y me van a perdonar pero todo esto me pareció un terrible acto de “influencia eclesiástica” por así decirlo. Lo que entiendo a ese momento es que para la iglesia católica, ahora Don Julio, tiene un rango o una categoría superior al resto de los mortales, porque no a cualquiera se le permite dar la ostia “tocar el cuerpo de Cristo” se supone que ahora Don Julio es más cercano a dios y que cuando se muera diosito le va a decir “ ah pásale al cielo compadrito, tu eres de mi equipo, tu eres de los buenos” Es decir (siendo extremistas) el tipo podría ser hasta un asesino o golpeador y sin embargo ahí está todo serio y concentrado repartiendo ostias a los feligreses.
Pero para no caer en la irracionalidad de mi estómago, al día siguiente, con mi total y absoluta ignorancia en estos temas me di a la tarea de investigar con los expertos así que acudí nuevamente a una iglesia. Ahí muy amablemente me explico una señora (al parecer catequista) que a esas personas como Don julio se les llama “Ministro de la Eucaristía”
¿Cómo puedo ser un Ministro de la Eucaristía y que tendría que hacer si lo fuera? -pregunté.
A lo que la señora catequista me respondió muy pausada y amablemente- Mira para ser un Ministro de la Eucaristía necesitas venir constantemente a misa, ayudar al padre en lo que se le ofrezca, ser buen cristiano, buena persona, obviamente rezar y ayudar a los demás. Si eres constante, el padre te promoverá enviando una carta al Ministro de la Eucaristía, quien por las referencias que el sacerdote de sobre ti dependerá si te dan el nombramiento. Si te aceptan, asistes a un curso de capacitación y evangelización. El sacerdote recibe la autorización del señor obispo. Se hace una misa, se te entrega una medalla llamada Listón Blanco y al término de la misa se te considera un Ministro de la Eucaristía y estás autorizado para llevar la comunión, es decir, dar la ostia.
La principal función de un Ministro de la Eucarística empezó siendo la de llevar la comunión a los enfermos o a las personas de mayor edad que no pudieran acudir a misa. El padre te autorizaba para que cumplieras esa misión. Ahora, según entiendo, están para lo que se le ofrezca al padre en la misa o alguna misión.
Mi tía Martha dice que Satanás está empezando a hacerme un caminito al infierno por las tonterías que se me ocurren, pero es que no pude evitar la comparación de este Ministro en particular, con la célula de un partido político.
Veamos, si tu quieres pertenecer a un partido político pues tienes que acudir a todos los eventos públicos del candidato (así como Don Julio acudió a misa) tienes que demostrar tu lealtad y devoción al partido(así como demostró su devoción católica, me imagino).
Tienes que acudir a un curso de principios y fundamentos del partido (como el curso de capacitación y evangelización en la iglesia católica) Se le manda una carta al dirigente del partido proponiendo el nuevo equipo de trabajo (como al señor obispo se le manda también una carta de propuesta de Ministro) Y por último, si te aceptan te dan tu credencial del partido (como la medalla Listón Blanco que te dan en la iglesia católica)
No dudo que existan Ministros de la Eucaristía que realmente merezcan ese galardón. Mi abuela que en paz descanse lo fue y créanme era una santa. Y al igual que ella estoy seguro que hay muchas personas que merecen serlo, pero cuando veo a tipos como Don Julio parados ahí junto al sacerdote no puedo evitar pensar.
Chín!!! Me hubiera quedado a ver la película.
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