Rosie rearma su rompecabezas emocional con “Mis Pedazos Rotos”
Por Hernán Gálvez
hgalvez@me.com
Una niña de ocho años vuelta adulta a la fuerza, víctima del abuso sexual de un pariente enfermo. Un odio visceral a toda figura masculina, odio que parecía una condena eterna. Episodios de violencia física y emocional a manos de una pareja indiferente al dolor de su pasado. Varios intentos de suicidio. Una vida no deseada bajo el asedio público que tuvo su punto más intenso no en una sonrisa ante aquella fama añorada por tantos, sino en la muerte repentina de su hermana-mamá. ¿Guion cinematográfico de drama hindú? ¿Avance de novela venezolana? No: estos y otros detalles estremecedores pertenecen a la historia real de Rosie Rivera, hermana de Jenni y del no menos famoso “Lupillo”, quien nos concedió una entrevista exclusiva con motivo de la presentación de su libro “Mis Pedazos Rotos”.
HG: ¿Desde cuándo tienes esta inquietud por escribir, por contar una historia? No has empleado elementos de ficción, como podría darse en el caso de una novela autobiográfica. En este caso has utilizado tu verdad para contar una historia, tu historia. ¿Qué te motivó a realizarlo? ¿Fue difícil?
RR: Jenni fue quien plantó la semilla en mí hace 18 años, cuando yo le hablé por primera vez del abuso sexual; yo tenía 16 años. Decidí decírselo para ayudarla a retener la custodia de sus hijos. Su primer esposo le quería quitar los hijos, ¡y él era el abusador!… Entonces pensé “estos niños no se pueden ir con él, voy a hablar.” Y cuando hablé, sí se me hizo muy difícil, ni siquiera podía decir las palabras “abuso” o “molestation sexual” (sic) o nada de eso. Jenni me ayudó a decirle a la policía cuando hicimos el reporte ese mismo día. Y ese mismo día ella me dice: “deberías contar esta historia.” La verdad yo pensé que la idea era ridícula por la forma en que estábamos mi familia y yo; estábamos muy mal, yo principalmente. Pero con los años ella me fue enseñando que esta no era mi historia. Esta era la historia de miles y miles de personas y era necesario contarla. De por sí tomé la iniciativa a los veinticinco años cuando ya estaba sana, cuando ya no había trauma ni depresión y empecé a hablar del tema en iglesias; me hice evangelista, conferencista, pero no fue hasta el año 2012 que decidí escribir un libro porque yo ya estaba cien por ciento sana, lo cual creo que es muy importante para alguien que va a hablar de este tema. Ya estábamos preparando el libro cuando falleció mi hermana, y fue como que mi sueño se murió con ella, y lo “desenterré” hasta el 2014. Lo más difícil de escribir el libro fue escribir sobre ella, escribir sobre el dolor de mi familia. Yo ya estoy sana, gracias a Dios a mí ya no me duele, pero hablar del dolor de ellos o el dolor de mi madre y especialmente sobre la muerte de Jenni… Eso hasta la fecha es sumamente difícil de hablar.
HG: Un detalle que llama la atención del libro, aparte de su buena escritura, es justamente una aparente comodidad para hablar del tema. Se nota que ya ha habido una etapa previa de superación.
RR: “Cómoda” es una palabra que talvez no emplearía porque no fue cómodo hablar de detalles o escribirlos porque sabía que los iba a leer mi madre y talvez mi padre, o personas que me conocen; pero, ya no había dolor, ya no había llanto. Cuando lo escribía, cuando lo editaba, ya no tenía la depresión de que era lo más terrible escribirlo, entonces ya podía salir todo de mí porque ya no me controlaba el dolor.
La familia: ¿negligencia o apoyo?
En toda historia de abuso infantil la pregunta que inevitablemente salta es: ¿dónde estaban los padres? Rosie prácticamente se crio con su hermana famosa, a quien consideraba una segunda madre.
HG: Has mencionado a tu padre. Tu padre te hizo saber que no iba a leer el libro, cosa que también hizo con el libro de tu hermana, quizás para evitarse el dolor.
RR: Sí, eso lo entiendo completamente por parte de mi papá; mi papá es un hombre muy honesto y sincero y sinceramente lo comprendo. ¿Qué padre puede leer esos detalles?… Y en realidad mi padre ya sabía todo, no hay nada que le haya escondido, nada que lo vaya a sorprender; es un padre que ama a sus hijos y la verdad sí se le ha hecho muy difícil leer el libro “Inquebrantable”, el libro que escribió Chiquis y ahora el mío. Como lo he dicho antes: si mi papi quisiera saber le puedo dar un resumen. Él ya lo sabe todo.
HG: Todos los que somos padres podemos entender el dolor doble que se debe sentir si un hijo o hija pasa por algo como lo que tú pasaste. La palabra “juzgar” es difícil de usar sobre todo si se trata de los hijos hacia sus padres. Pero si hubiera algo que quisieras decirle a tu padre como catarsis pública, algo que hubiera podido hacer, ¿qué le dirías?
RR: Le diría a mi padre que él no perdió a su hija. Que el no tuvo nada de culpa por la cual yo me retiré o dejé de atender los asuntos familiares. Quisiera sí pedirle perdón por rechazarlo cuando él intentaba darme un beso o abrazarme, o decirle que no lo hiciera. Eso es parte de lo que es más difícil de hablar porque mi padre perdió a su hija, mi madre también perdió a su hija, y quizás ellos no entendían –es más, estoy segura que no entendían. Quisiera volver a esa etapa y poder decirles que lo que estaba pasando era algo interno y no tenía nada que ver con ellos, que al contrario: el amor de ellos me seguía fortaleciendo y me mantenía de pie aunque yo no lo sabía.
Rosie ha contado que cuando los abusos sexuales empezaron quedó en tal estado de shock que no sabía distinguir con claridad lo que realmente estaba ocurriendo. Su cuñado Trino le había hecho creer que sus cobardes acercamientos eran sólo parte de unos “juegos de amor”, metáfora espeluznante con la que sodomizó a la pequeña Rosie por tres largos años. El momento exacto en que ella entra en conciencia de lo que pasaba reaparece vívido en su memoria:
RR: Recuerdo exactamente el momento en que me di cuenta que estaba sucediendo algo terriblemente incorrecto… Antes me sentía sucia o culpable o con mucho miedo sobre lo que pasaba con él pero no sabía el por qué. Pero en una clase de sexología a los nueve años en el quinto grado, una maestra nos mostraba las partes (íntimas) de los hombres y de las mujeres, y yo pude notar que era la única niña que ya lo había visto, la única niña a quien no le daba vergüenza, para quien eso no era nada nuevo, que yo sabía mucho más de lo que tenía que saber. Fue cuando supe que era una niña anormal, o que estaba viviendo algo anormal, y fue en ese momento que me dio tanto coraje que vomité en plena clase, de coraje… Me acuerdo porque tuve que salir y ya no aprendí lo que los otros niños por primera vez estaban aprendiendo y que yo ya sabía.
HG: ¿En ese momento nadie notó que algo te podía estar pasando? ¿Nadie te hizo alguna pregunta?
RR: No, no; era una niña que se había enfermado, era una niña que se pasaba el tiempo en las escuelas; las niñas se enferman en las clases y tienen que ir a ver a la enfermera.
HG: Como libro dirigido principalmente a personas o familiares de personas que podrían ser víctimas de abusos, ¿cuáles son las principales señales que la familia podría identificar? ¿Qué aconsejarías como, primero, víctima, y también como madre?
RR: Definitivamente los padres tienen que saber que la mayoría de los casos de abuso sexual infantil ocurren con familiares, con amigos, y con personas conocidas. Puede suceder en tu casa, y por eso se debe vivir con precaución; no con temor, no con miedo, pero sí tener precaución de decirles a nuestros hijos de no estar solo con un adulto si no tienen que estarlo; su padre o su madre, o a veces el padre, debe tratar de tener una comunicación muy abierta. Si el niño siente que no está a gusto con una persona… A veces no respetamos al niño y si no se siente a gusto de hacer cosas con un adulto, como ir a la tienda o quedarse en casa… Si el niño te dice que no quiere entonces debes de ver eso como una razón, ¿por qué no lo quiere hacer? Si el niño de repente cambia de actitud, si cambia de ser un niño alegre que platicaba mucho y que no tenía muchos temores y de repente es introvertido, gruñón y enojón y no quiere estar con cierta persona aunque sea su propio padre o su hermano, se debe tomar eso en cuenta. Hay que tratar a los niños con cierto respeto y preguntarle a los niños si alguien los está hiriendo; también hablar con ellos de muchos temas, no solamente de sexo, de drogas, sino hablar de temas que también son importantes para los niños para que ellos puedan saber si su padre los ama, si les va a creer o si los va a proteger, porque a veces los padres cometen el error de protegerse a sí mismos, a su familia, a su abuelito o a su papá por no pasar vergüenza… Pero diga lo que diga el niño, no hay nada más importante que el niño, ni el “qué dirán”…
HG: Cuando por fin te decides a hacer el informe a la policía, en un hecho que se podría catalogar de hasta tragicómico, muere el oficial que estaba a cargo de las investigaciones. Entonces esta investigación demora nueve años más. ¿Cómo te sentiste al ver que haber informado el hecho no arreglaba nada y tenías que seguir esperando? Más aún cuando después se enteran que el victimario, tu cuñado, fuga, se escapa…
RR: Era una gran frustración, era una gran confusión, de verdad piensas que al gobierno no le importa, que los niños no son importantes para el gobierno, que este tipo de crímenes no es importante; había una gran confusión y frustración porque yo sentía esa carga de que quizás éramos nosotros quienes lo teníamos que encontrar y también tenía miedo de que mi familia tomara la solución por sus propias manos. Pero cuando por fin lo encontramos supimos que esta persona, el detective, había fallecido… Pero hasta la fecha: ¡98% de abusadores de niños no ven un solo día de cárcel!, y eso es algo increíble que ya no puede seguir sucediendo.
Durante aquella espera terrible de justicia, Rosie colapsó emocionalmente. Quiso que la muerte se la lleve varias veces, en distintas etapas. Primero como la adolescente quebrada y vacía producto de una niñez robada, inexistente. Luego como víctima –papel ya conocido- de un primer esposo insensible al pasado de su mujer: “Intenté suicidarme antes que lo atraparan. Ya cuando lo habían atrapado yo, gracias a Dios, ya estaba sana, estaba en el proceso de sanar y hasta lo había perdonado. Yo ya tenía 25 años cuando lo atraparon. A los quince, a los dieciséis y antes que lo atraparan intenté suicidarme. Es una situación donde vives en tanta oscuridad, con tanto dolor que la depresión es tan fuerte que te ciega, y no puedes ver nada bueno en el mundo ni en ti misma, ni ninguna salida para tu dolor ya que lo has intentado todo.”
HG: En qué momento piensas voy a matarme, voy a suicidarme, ya no quiero estar más aquí. ¿Qué fue lo que hiciste exactamente?
RR: Yo estaba sufriendo de violencia con mi primer esposo, estaba sufriendo violencia física, verbal, sexual… Yo me decía que no podía seguir viviendo así, he estado lidiando con esto toda mi vida, yo no puedo seguir viviendo otros treinta, cuarenta años con este hombre. La verdad para mí, no sé por qué, pero el divorcio no era una opción, entonces decidí matarme y ya. Anduve por las calles de Los Ángeles, en los lugares más peligrosos buscando que alguien me matara o me violara o me desapareciera, lo que fuera… Como eso no sirvió me acosté a media calle y me dormí pidiéndole a Dios que por favor me matara, que tuviera misericordia de mí. Y eso no sucedió; ningún carro me atropelló, nadie me buscó, nadie me golpeó; es más, me ignoraron toda la noche y yo pensé que Dios me estaba protegiendo y fue cuando sentí que Dios me habló, me despertó de mi profundo sueño a las tres, cuatro de la mañana en las calles de Los Ángeles y me dijo que volviera a casa. Y sus palabras era muy grandes para mí porque una mujer abusada no sabe dónde tiene casa, no hay lugar donde una mujer abusada o con tanta suciedad puede vivir, donde puede estar a gusto, y Dios me recordó que era en su casa, en su iglesia donde yo podía ser bienvenida y ser una persona normal… El en vez de quitarme la vida me dio vida, me dio propósitos como hablar de este tema, hablar ante miles de mujeres que aún no tienen voz, para ayudarles a hacer reportes, para levantar conciencias sobre el tema y empezar a darle miedo a los abusadores, que sepan que el arma del silencio de las víctimas no sirve, que ahora las víctimas van a hablar y ellos van a tener temor porque ya no se van a poder esconder.
HG: Cuando hablaba de la comodidad que se siente en el estilo narrativo del libro, me refería a que se percibe tranquilidad cuando cuentas tu historia. Esta comodidad también la noté en diversas entrevistas que has concedido. Sabiéndote ya lista para contar tu historia, ¿qué es lo que te hubiera gustado contar y por algún motivo u otro no pudiste hacerlo en este libro? ¿Qué otro tema te hubiera gustado tocar?
RR: Sobre el abuso sexual, conté mi vida en este libro. Yo conté mi experiencia. Pero quisiera contar más sobre “cómo” tomar los primeros pasos, sobre cómo empezar a hablar del tema; algo más como auto-ayuda… Escribir a las mujeres que ya han leído el libro, que me dicen que les ha ayudado muchísimo, que me dicen que se pueden identificar conmigo y decirles muy bien, ahora ya empezaste el proceso, este es el segundo y tercer paso, empieza a tener un diario, empieza a hablar con una persona, así se hace el reporte, estos son los sitios donde puedes reportar a alguien anónimamente; estas son las cosas que estamos buscando hacer.
La hermana y la fama. La muerte y el dolor
Cómo no preguntarle sobre su relación con Jenni Rivera. La hermana-mamá. El mito. Nadie más que quien lo vive sabe lo que se siente perder a un ser amado, así que obvié esa pregunta. Me interesaba saber más sobre la consecuencia, la repercusión que tuvo en su vida la partida temprana de su hermana. Y también aclarar su posición sobre lo que realmente ocurrió en ese accidente aéreo: “La muerte de mi hermana fue lo más terrible que me ha pasado en toda mi vida.”
HG: ¿Lo más terrible?
RR: Su muerte, tal como lo relato en el libro, fue lo más terrible. Fue mi más grande temor del mundo hecho realidad, y más aún enfrentarlo, no sólo el 9 de Diciembre sino aún tres años y medio después. No sólo perdí a mi hermana –que fue la pérdida más grande que he tenido- sino perdí mi privacidad, perdí mi vida, ya no puedo ser una mujer normal que trabaja de 9 a 5 en una oficina, ahora mi vida está enfrente de cámaras, en medio de luces; he tenido que contestar preguntas de medio mundo, de cómo estoy manejando el dinero de Jenni, si estoy haciendo esto bien o esto mal; es estar en el ojo del huracán todos los días de mi vida, tanto que ya no recuerdo lo que era mi vida antes. Creo que es la forma en que he podido mantenerme con cordura y sana; es decir, he aceptado mi vida nueva sin mi hermana y he aceptado que ya no tendré privacidad. Por todo el (año) 2013 yo luché contra esto; yo no quería estar en los medios, no quería dar entrevistas; yo quería ser una empresaria que ¡no da entrevistas!, como lo hacen otros tantos miles de empresarios que no exponen su rostro pero los medios no me dejaban. Lo tomé como que era un plan de Dios y acepté ese plan en el año 2014, y me dije si tengo esta plataforma, la voy a usar para bien y es la única forma de poder tener paz.
HG: Como tantas estrellas que nos dejan jóvenes –quizás el caso más emblemático anterior a tu hermana fue el de Selena-, una vez fallecidas empieza el mito, la leyenda. ¿Cómo quisieras tú que sea recordada?
RR: Como una mujer de fe. Como una mujer que sabe que es mejor dar que recibir. No una cantante, sino una mujer que sabía cantar. Una mujer que sacó a sus hijos adelante porque eso inspira a otras mujeres a salir adelante. Ella quiere levantar (sic) a otras mujeres. Y cuando vean el corazón de Jenni Rivera, todo lo demás sale sobrando.
HG: ¿Ha quedado para ti claro que la muerte de Jenni no se debió a un atentado?
RR: Estoy cien por ciento segura que no fue un atentado. La verdad no quiero entrar en más detalles sobre eso; esto se trata más de mi libro y todavía hay un caso legal sobre eso y no creo que deba hablar sobre detalles o dar opiniones. Pero estoy cien por ciento segura que no fue un atentado. Esa es mi opinión, y se verá en la corte.
Rosie invita a sus seguidores a visitar su página www.rosierivera.com para conocer más sobre su fundación de ayuda a las víctimas de abuso sexual. “¡Algunas veces soy yo misma quien responde los mensajes!” me cuenta sonriente. Y se despide dirigiéndose a la gran comunidad latina de Ohio: “Ohio, muchas gracias por todo su apoyo, muchas gracias por esta entrevista. Espero que el libro les ayude. Que Dios les bendiga, y si tú te encuentras en estas páginas espero verte pronto, ir hacia ti para darte un abrazo, tomarnos una foto, y sobre todo cambiar la estadística del abuso sexual infantil.”
Que así sea, Rosie.
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