Por Sergio Morales
Hoy por la mañana llegué a la ferretería y un tipo de camiseta celeste con el logo del establecimiento grabado en su manga izquierda se acercó desde la parte de atrás del mostrador y se dirigió al señor que estaba a mí lado con las palabras textuales “¿Ya lo están atendiendo señor?” el hombre respondió rápida y educadamente con su problema particular que en este caso eran unas conexiones de tubería en material de PVC. En menos de cinco segundos ya estaban los dos tipos accionando y reaccionando como una maquinaría inglesa para encontrar con exactitud y eficiencia la solución al problema que el señor que se encontraba al lado mío estaba buscando.
Me sentí muy bien pues tuve la plena certeza de que había llegado al lugar indicado. Con el pecho lleno de optimismo y buena vibra esperé pacientemente a que viniera hacia mí algún otro dependiente de camiseta celeste para ayudarme y hacer juntos un equipo tan compenetrado y tan eficiente como con el señor del turno anterior.
Pasaron tres minutos y mi dependiente no daba señales de existencia. Empecé a voltear ansiosamente hacia uno y otro extremo de la ferretería esperando ver tal vez a lo lejos algún joven de camiseta celeste que hiciera algún tipo de aspaviento para avisarme que en escasos segundos estaría conmigo para ayudarme con mi problema pero nadie volteaba a verme.
Aun así, a pesar de lo que a mi parecer era ya una mala atención hacia mi persona, decidí actuar con cordura y educación por lo que me dirigí a la chica (también de camiseta celeste) que estaba en la caja y le dije con mucha armonía “disculpe señorita ya tengo aquí más de diez minutos y pues no me han atendido” la chica sin voltearme a ver y sin despegar la mirada de la caja al mismo tiempo que tecleaba vigorosamente alzó la voz con fuerza y dijo ”¡Rodrigo, atiende al señor ya tiene bastante aquí!” de inmediato voltee para ambos lados para ver si con la respuesta del mencionado “Rodrigo” ubicaba al muchacho que me iba a atender pero nadie respondió. De hecho todos seguían sin hacerme caso era como si no existiera. Y no es que yo exija mucha atención, la mayoría del tiempo me siento cómodo al pasar desapercibido, pero tampoco puedo negar que me hubiera encantado que Rodrigo me dijera “¿Ya lo están atendiendo señor?”.
Rodrigo no tuvo ese detalle conmigo de hecho ni siquiera me habló. Toda su amabilidad y predisposición se resumieron en un movimiento extraño en el que echó su cabeza hacia atrás con fuerza y rapidez para después levantar el labio superior con gran desprecio. Su mirada era lo más parecido a un tipo al que le pides el celular para hacer una llamada de emergencia y te lo presta porque pues no le queda de otra. Como les dije anteriormente Rodrigo no dijo nada pero a pesar de eso en mi cabeza sentí claramente de forma casi telepática un “¿qué chingados quieres guey?”
Es increíble como uno mismo se mentaliza para llevarse bien con el resto de los seres humanos que habitamos en el planeta y a pesar de tan abrupta reacción inicial opté por mirar a Rodrigo de la manera más amigable que pude y traté de explicarle de la forma más detallada el producto que estaba buscando le dije: “buenas tardes joven fíjese que busco unas plaquitas de fierro para el abanico de techo de mi casa. Mire son más o menos de forma rectangular y se anclan en el techo y de ahí se fija el abanico es que fíjese que he estado…” y sopas que a media frase me interrumpe el Rodrigo con un:
“¿Para qué las quiere?”
Además de su abrupta y maleducada interrupción Rodrigo utilizó un tono sumamente desagradable lleno de fastidio y enojo en el que claramente trataba de expresar que toda mi exquisita y amena explicación no era más que una total y absoluta pérdida de tiempo por consiguiente toda la inmensa cantidad de información que yo pudiera proporcionarle respecto de las mencionadas plaquitas era tan insignificante y útil como la tapa aluminio de los yogurts después de haber abierto el yogurt.
Las palabras de Rodrigo rebotaron como una pelota de pin ball de un lado para el otro en mi cerebro. Las miradas de las personas a nuestro alrededor tenían la etiqueta inequívoca de “pobre hombre se ve que no tiene ni idea” tanta y tan rápida información iba y venía sin que yo pudiera entenderla y descifrarla que lo único que pude alcanzar a organizar y articular para que saliera de mi boca en una forma más o menos coherente fue un…
“¿Qué?”
“¿Para qué las va a usar? ¿Qué va hacer con las plaquitas esas?” me volvió a decir Rodrigo ahora con la voz incluso en un tono más alto y fuerte.
Les juro por dios que todos los días trato, en verdad trato con toda la enjundia posible y esto es fuera de toda broma, de ser como dice Ninel Conde “un ser de luz” que va por el mundo irradiando amor paz y cordialidad pero pues lamentablemente como decía mi abuela “La vida es maravillosa… hasta que te topas con un pen…tonto”.
Ya molesto y ahora sí con plena certeza de la situación le dije “quiero unas brocas para mi CNC Router”
Rodrigo me miró fijamente a los ojos durante exactamente 1.34 segundos con la misma mirada retadora de al principio pero con la gran diferencia de que yo sabía que el tipo no tenía ni la menor idea de lo que le estaba hablando así que le devolví esa mirada con la misma firmeza y esperé sin parpadear durante los próximos 2.45 segundos. Sip, parece poco tiempo pero les juro por vida de dios que disfruté cada milésima de segundo como si fueran años bisiestos. Me imagino que en cualquier otra circunstancia Rodrigo hubiera salido con algún argumento barato de su basta experiencia de tantos años como vendedor pero al verse ante el siniestro callejón sin salida al que lo había llevado intencionalmente no le quedó más remedio que permutar su aparente dureza y seguridad por una gigantesca incertidumbre y aunque el tipo no sabía qué hacer ni que decir me preguntó todavía con cierto recelo y desprecio:
“¿brocas para su qué o qué?”
No me lo crean pero en ese momento solo hubo lugar en mi cabeza para pensamientos tan dulces como ¡ahhh… el amor! La miel. El betún de chocolate. El rocío de la mañana, las chispitas de la Coca Cola y podía haberme seguido de largo en ese embelesamiento casi pornográfico en el que me vi envuelto pero me detuve para preguntarle a Rodrigo con la gracia y suavidad de una infantil bailarina de ballet rusa.
“¿No sabes lo que es un CNC Router”?
Pasaron otros dos segundos y Rodrigo dijo “’¿un CN qué?”
Le dije a Rodrigo “CNC significa control numérico por computadora es una gran máquina que manejas por un complejo sistema de computación que se opera a través de un sistema CAD-CAM y un sistema operativo llamado Mach 3 pero necesitas un tipo de brocas especiales para su correcto funcionamiento y operación de lo contrario una pequeñísima falla puede ocasionar una tremenda pérdida de hasta miles de dólares por eso te preguntaba si sabías algo al respecto”
Rodrigo totalmente desarmado se limitó a decir:
“no la neta no, no sé qué sea eso… aquí nomás pues lo que hay es lo que ve”
Fin de la historia…fui a otra ferretería por las plaquitas del abanico.
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