“El cliente siempre tiene la razón” una frase que se cae a pedazos

“El cliente siempre tiene la razón” una frase que se cae a pedazos

Por Sergio Morales

Hay dichos que están terriblemente obsoletos al igual que algunas costumbres. Por ejemplo eso de que “el cliente siempre tiene la razón” me van a perdonar pero es una frase que tiene muchas cuarteaduras si no es que está destruida totalmente. Por supuesto que hay que ser amables y serviciales todo el tiempo, de eso se trata el servicio, pero hay cada espécimen que con sus acciones se ha ganado a pulso el ser borrado totalmente de la lista de “posibles clientes”.

Y no importa realmente cual sea su tipo de negocio o trabajo, créanlo, hay groseros por todos lados solo dense una vuelta por Youtube y encontrarán más Lady´s que personajes de la lucha libre.

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Mi amigo Moncho es un tipo muy sencillo amigable y hasta tierno. Es el clásico ex compañero de escuela que casi nunca destacaba en nada (ni para bien ni para mal) pero que te caía bien porque pues no lo sé, quizás porque como pasaba tan desapercibido y de repente te hablaba era como hacer un nuevo amigo cada vez que tenías contacto con él. Debo aclarar que Moncho siempre ha tenido demasiadas atenciones para con mi persona (espero no deje de tenerlas tras lo que voy a contar pero es el ejemplo perfecto de lo que les estoy explicando) en una ocasión insistió en llevarme a jugar boliche. Yo acepté no porque sea un tipo colgado sino porque mi instinto competitivo me obligó en milésimas de segundo a querer patearle el trasero a Moncho en los bolos.  Llegamos al lugar y un joven muy amable y simpático (desde mi punto de vista no del de Moncho) nos tocó como mesero por lo que el chico se presentó muy amablemente con su nombre y una firme promesa de que estaría al pendiente de todas nuestras necesidades durante nuestra estancia en tan agradable lugar. Yo le respondí con un “muchas gracias campeón” además de un pequeño asentamiento con la cabeza para hacerlo sentir más en confianza. Moncho por su parte parecía enojado y dijo con voz de reclamo “oye pero límpianos la mesa compadre”. En doce años de conocer a Moncho jamás lo había escuchado decirle a alguien “compadre” y para ser sinceros la mesa estaba tan reluciente que podía reflejarme sin ningún problema. Observé con cuidado los asientos pensando que a lo mejor se me había escapado algo que había provocado la reacción de Moncho pero los asientos tenían la apariencia de haber sido desempacados de la tienda hace escasos minutos, es decir, no había forma de que nos hubieran ofrecido lugares más nuevos, bellos y elegantes que esos en los que el chico nos habían acomodado.

No sé qué demonios me pasa cuando veo que una persona está hablándole fuerte a otra que me da por intervenir para calmar la situación. No es ni siquiera una costumbre es un maldito instinto que no me puedo quitar y que a cada rato me pone en situaciones muy desagradables.

-Ahorita le da otra pasada devoladita ¿verdad campeón?- le dije rápidamente al chico con toda intención.

– claro que sí señor con mucho gusto, sin ningún problema- contestó el muchacho.

Moncho no dejaba de ver al mesero ni un solo instante y yo estaba muy sorprendido porque lo veía de tal forma como si el mesero hubiera lo hubiera tenido secuestrado en el patio de su casa por al menos nueve años. Cuando se fue el muchacho por las bebidas que habíamos ordenado le dije a Moncho:

-¿Que te pasa porque te pones así con el chico, solo está tratando de hacer su trabajo? -pregunté.

-Es que le vamos a pagar que no se pase de vivo, de perdida que nos dé un buen servicio- me contestó.

-¿Buen servicio? –le dije  sorprendido- El tipo ha sido más amable que un Monje Tibetano y tú lo tratas como si te hubiera bajado la novia.

-¡Así es la chamba ni modo!- dijo Moncho.

El joven volvió con dos cervezas oscuras las cuales soy testigo presencial de que Moncho, delante de los tres las había pedido, yo tenía mucha sed por lo que me dispuse a tomar mi cerveza pero no había alcanzado de tomar mi botella cuando Moncho comienza a gritarle al muchacho:

“¿Lo haces a propósito verdad?”

El muchacho asustado abrió los ojos buscando una explicación y un perdón al mismo tiempo pues aunque no sabía ni cuál era el reclamo de antemano buscaba la disculpa de Moncho. Me imagino que intentaba decir la palabra “pero” el problema es que el chico no podía hacerlo y no pasó de la letra e por lo que su pero se quedó en un  “pe..pe..pe”

¡Pero nada!-volvió a gritar Moncho- Te dijimos cervezas claras, pero no pones atención compadre- dijo Moncho.

-“Le juro que no señor, usted me dijo oscuras, pero no se preocupe enseguida se las cambio” dijo el chico mientras apuradamente se disponía a recoger las cervezas.

-“¿Me estás diciendo mentiroso? Le dice Moncho con la misma actitud de un sicario y su cuerno de chivo en el norte del país.

-¡Ni lo mande dios señor! Yo solo quiero atenderlo correctamente- dijo el muchacho.

Esa muy acertada actitud del joven mesero provocó en Moncho un ligero cambio, quizás lo que ocurrió fue que al ver que el chico se amedrentaba ante su clara demostración de poder satisfizo en Moncho esa “necesidad de prepotencia” que tanto buscaba irreconocible amigo.

Durante el resto de la tarde Moncho trató al muchacho como si fuera un fantasma y yo cada que tuve oportunidad traté de hacerlo sentir lo más cómodo que pude  aunque al parecer el único cómodo esa tarde fue Moncho y su actitud de narcotraficante región cuatro.

Jamás volví a salir  a ningún lado con él, y por cierto, le di una paliza en los bolos.

 

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