Por Sergio Morales
No soy bueno en los mandados. Tengo problemas para diferenciar la lechuga del repollo, el cilantro del perejil y el comino del orégano entre otras cosas con las que me confundo muy fácilmente por eso vengo insistiéndole a mi madre que no me utilice para esas funciones tan complejas porque muy seguramente haré algo mal. Es por eso que tienes que ir tú, tú si eres muy inteligente por eso tienes esa enorme frente y los sabes. Te lo dicen todos mis tíos “las personas de frente amplia son muy listas” anda ve y sálvame de un seguro castigo mi adorado genio – dice mi hermano y me entrega la lista y el dinero que le dio mi madre.
Con el ánimo y la autoestima por los cielos camino toda la cuadra hasta llegar a la tiendita de la esquina y compro cada una de las cosas que mi madre había encargado. Orgulloso de haber cumplido una tarea que mi hermano, a pesar de ser mayor, no pudo realizar voy pensando que es verdad que soy muy inteligente pues no cualquiera hace las cosas que yo hago y solo tengo nueve años. Pero al mismo tiempo busco ser responsable e imagino que cuando crezca mi inteligencia será tal que deberá ser protegida por la seguridad nacional y no lo sé quizás pueda estar disponible solo para el servicio de la humanidad a lo mejor en la NASA o algo así.
¿Fuiste a la tienda cabeza de huevo?- me pregunta mi hermana cuando cruzo la puerta.
Desde que tengo uso de razón he manifestado mi desacuerdo para tan aberrante descripción de mi anatomía humana. Es verdad que mi cabeza es un poco ovoide pero por supuesto que no tengo cabeza de huevo.
-Tomás, uh, uh, uh, uh, uh, uh, eres alto flaco y cabezón- canta mi hermana la canción de cepillín.
-Muy graciosa mensa- le contesto mientras le doy una patada en la pierna para después salir corriendo a toda velocidad al patio trasero.
Mi hermana es más alta y rápida que yo por lo que me adelanto para tomar ventaja pues de no hacerlo me daría alcance en menos de dos metros. Llego corriendo hasta el cuarto de los tiliches de mi padre el cual se encuentra al fondo del patio y me escondo detrás de un viejo baúl oxidado y lleno de polvo. El lugar no tiene luz por lo que es un oasis para los zancudos al mismo tiempo por ser una zona caliente la temperatura dentro de este cuartucho de lámina está por encima de los 42 grados centígrados.
Mi hermana llega detrás de mí pero no entra al cuartucho de los tiliches. Yo me he metido intencionalmente ahí (como en muchas otras ocasiones) porque sé que ella no soporta a las arañas ni tampoco a los cucarachos. Mi hermana siempre ha sido muy querida y admirada por toda la familia. En las navidades siempre se lleva la mayor cantidad de elogios por parte de los tíos, los abuelos y hasta los primos pero a pesar de su aspecto por demás tierno y dulce yo sé de lo que es capaz.
Cada que llegamos a esta situación la comparo con un felino pues al más puro estilo de los leones se pone a jugar con su presa (yo) antes de matarla.
Mi hermana toma un pedazo de varilla oxidada que está en el suelo y comienza a dar pequeños golpecitos en los botes de lámina que contienen restos de pinturas.
-Her …ma…ni…tooooo- dice cantando lentamente mientras da tres pequeños golpes.
Tengo mucho calor y trato de serenarme pero escucho como con zumbidos los zancudos se avisan entre sí que la cena acaba de llegar. El ambiente comienza a ser insoportable pues el polvo me da comezón en los brazos y espalda. Mi ropa no ayuda mucho pues como la mayoría de mis días en este año todo mi atuendo se reduce a un short por lo que siento claramente como una araña patona camina sobre mi pie.
-Her…ma… ni… toooo- vuelve a cantar mi hermana y aumenta la frecuencia de sus golpes en un claro ataque psicológico.
Los cucarachos se mueven nerviosos bajo mis piernas y la araña llega hasta mi rodilla derecha. El calor me impide respirar con libertad y los golpes de mi hermana que ahora son muy fuertes y constantes rebotan en mi cabeza como si los botes de pintura estuvieran a escasos milímetros de mis oídos. Tengo ganas de vomitar y mi sudor hace plastas de lodo con la tierra que cae de la parte de arriba del baúl. Ya no soporto más. La paliza que seguramente recibiré de mi hermana pasa de ser terrible a ser aceptable y aunque no quiero hacerlo estoy decidido a salir de mi escondite.
-¿Por qué dejaste el abanico prendido Romina?- grita mi madre desde la cocina.
Mi hermana suelta la varilla y se mete corriendo a la casa. Escucho a lo lejos como mi madre continúa quejándose porque ninguno de nuestra familia pertenece a la compañía de luz. Salgo del cuarto de los tiliches lleno de polvo y me sacudo los cucarachos y la araña.
-¿Andabas en la mina con papá? Pregunta sonriendo hermano desde la puerta de la casa.
Voy hasta la toma de agua del patio y abro la llave para quitarme el polvo y uno que otro insecto que todavía se pasea por mi cuerpo. La frescura del agua en mi cara es indescriptible. Después de enjuagarme la cabeza mojo toda mi espalda y mis hombros. Pongo el pulgar casi obstruyendo por completo la salida del agua por lo que obtengo un efecto de lluvia instantánea cayendo sobre mí. No hay nada más maravilloso que estar bajo la lluvia viendo las gotas caer sobre tu cuerpo y en el fondo el brillante sol que ahora parece inofensivo pues sus rayos han dejado de quemarte.
De pronto siento un fuerte y agudo dolor en mi espalda. No debería estar ahí pues hace apenas unos segundos solo estábamos la lluvia, el sol y yo. El agua en mis ojos no me permite ver que es lo que me provoca tal dolor y por más intentos que hago de alcanzar lo que me pica en la espalda mis brazos no son lo suficientemente largos. Me desespero y trato de quitarme el agua con rapidez pero el dolor no me permite reaccionar adecuadamente.
-¡Mamá! Romina le encajó un tenedor a José- grita mi hermano desde la puerta.
Todos gritan y corren en mi auxilio menos mi hermana quien al parecer corre en dirección opuesta seguramente a encerrarse otra vez en el baño. Me pongo de rodillas y comienzo a llorar. Mi madre dice que me calme que todo estará bien. Detrás de ella mi hermano está sonriendo y hace señas muy claras de que seguramente van a inyectarme. Nuevamente empiezo a llorar.
bigsergio04mex@hotmail.com
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