Cartas navideñas

Por Hernán O. Gálvez
hgalvez@me.com

Hernan Galvez 01Llegó Navidad y nuestra prístina clase política no es ajena al capitalista y nada frívolo espíritu festivo: todos tienen su corazoncito, liberales y conservadores, pensantes y brutos, todos, toditos quieren su regalo navideño. Usted adivinará los nombres encriptados detrás de las epístolas al buen Santa. Cualquier parecido con la realidad no es coincidencia.

Washington DC, desde el Oval Office:
Querido Santa;

Dicen que primero debemos agradecerte para que se cumplan nuestros deseos, así que: ¡gracias, Mr. Claus! Gracias porque por fin se acaba esta vaina. He perdido pelo, me han salido canas, y encima tengo este lío con la reforma migratoria. Te pido terminar mi gobierno tranquilito, que los conservadores no me saboteen la reforma; si va Hillary como candidata el 2016, como tal parece, necesitamos esos votos latinos. De hecho, con ella vamos a necesitar hasta los votos de los muertos, esa tipa es más antipática que la gripe. Te entiendo perfectamente Bill –a propósito: hermano, dejaste esta oficina como cabaret, entre George y yo no hemos podido con tanta mancha por todos lados, te pasaste. Pero bueno, ya no falta mucho para irme a descansar, escribir libros, dar conferencias, etc., quién sabe si hasta ponga mi propia fundación. O sea, hacer todo lo que debe hacer un ex presidente para recuperar tanto gasto.

Washington DC, silueta de mujer detrás de la puerta del Oval Office:
Querido Santa;

Sea lo que esté haciendo este pillo ahí dentro, que no esté texting con la Beyoncé, te lo suplico.

Palacio de Miraflores, Venezuela, bigotón uniformado recostado en un árbol:
Odiado barbudo imperialista;

Yo sé que no existes y eres un invento del imperialismo yanqui y la burguesía capitalista (no sé qué coño significa todo eso pero suena bonito, lo aprendí de mi jefe, que en paz descanse). Igual te escribo porque mi amado Hugo me enseñó siempre que al enemigo no hay que darle ventaja y, quién sabe, así como tus padrinos gringos le inocularon el cáncer a nuestro comandante, puede que hayan producido un Santa de carne y hueso con tanta máquina y tecnología diabólica que tienen. Así que, si existes, ahora te enteras que nosotros los venezolanos bolivarianos no nos dejamos engañar y sabemos que, en realidad, no existes. No intentes desafiar nuestra inteligencia con tus cánticos infernales o tu carcajada maquiavélica: he ordenado, por decreto presidencial, que la Navidad no existe y que tu nombre sea cambiado por San Chávez (nada de “Santa”, ni que fueras mujer, tenía razón el compañero boliviano Evo, el pollo mariconea hasta la Navidad). El mismo San Chávez está de acuerdo: ¿viste ese pajarito que me acaba de cagar la cabeza?, pues no era nada más ni nada menos que nuestro recordado comandante, sólo que anda mal del estómago porque, dice, algún esbirro de la CIA puso Coca-Cola en su platito de agua -¡es que el Imperio no lo deja en paz ni muerto, cónchale vale! Adiós, ser inexistente. Bueno, el comandante se ha ido a volar a otro árbol. Digo, en caso que existas, ¿podrías enviarme un poco de neuronas, si no es mucha molestia? Mañana tengo un examen de orina y no he estudiado. Gracias pana.

Halliburton Company, oficina central de Houston:
Santa, buddy;

Oye, tiene que salir un presidente republicano ahora sí o sí, los $250 millones a los nigerianos me dejaron arruinado. Las cosas lucen prometedoras con Jeb, pero lo malo es que este Bush piensa, y eso es peligroso. Por favor transfiérele un poco de la estupidez de su hermano y los escrúpulos de su padre, después me pasas tu número de cuenta (en banco suizo y numerada, por favor, no quiero más problemas). Gracias y saludos a Mrs. Santa. No te olvides que sabemos dónde vives, así que apúrate con el regalo.

Tallahassee, Florida. Desde el aeropuerto, camino a México:
Órale, Santa;

Ya sabes, vamos a pasar Navidades con la familia de Columba, pero no es por eso que estoy practicando mi español. Sí, me lanzo como candidato. Te pido que me hagas presidente, ya me aburrió eso de ser gobernador. De dos en la familia sólo uno la hizo bien en la Casa Blanca, por eso quiero limpiar nuestro apellido. Yo planeaba anunciarlo el próximo año pero la bestia de mi hermano ya lo dijo en una entrevista: “yo pienso que Jeb quiere ser presidente”. Primero que nada, ¿de cuándo acá este burro piensa? Si te sobran regalos, ¿podrías volverlo mudo unos cinco años? Cinco nada más, no pienso reelegirme, tampoco quiero jubilarme en Washington. Un período es suficiente para recuperar el diner…, digo, el nombre de la familia. Mi tío Cheney me va a ayudar. Me dijo hace un rato que no me preocupe: siempre hay algún país qué invadir o alguna guerra qué inventar, Jeb boy, tú déjalo en mis manos. Caramba, no debería decir estas cosas pero amanecí medio arrebatado hoy. Pareciera que me hubieran embrujado. Bush for president! ¿Deberíamos poner un Taco Bell en el parque frente a la Casa Blanca? Papá dice que funcionaría perfecto como un renovado Watergate.

Hernán O. Gálvez es periodista y escritor. Tiene un bachiller en Periodismo de la universidad de Wisconsin y una maestría en Ciencias Políticas de la universidad estatal de Cleveland. También es dueño de Bilingual Trade International LLC, compañía de interpretación, traducción y asesoría en inmigración. Encuéntralo en www.bilingualtrade.com

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