Por: Hernán Gálvez Villavicencio
Es un poco complicado analizar los discursos “serios” del presidente Trump. Es casi como comentar un encuentro de lucha libre: todos, incluido el público, saben que es una coreografía teatralizada pero cada uno cumple con su papel para darle veracidad al espectáculo. Decidí verlo además por Univisión, cosa que no ayudó mucho tampoco. Tuve que acercarme al televisor varias veces para comprobar que sí, era cierto, no estaba borracho: “Lupillo” Rivera había sido invitado como comentarista. Su sesuda contribución al final refleja lo real-maravilloso del asunto: “No le creo nada al presidente, y los dreamers son soñadores (sic)”. Felizmente tenía agua de azar.
El State of the Union sirve, supuestamente, para que el presidente se pavonee un poco sobre sus logros, reciba aplausos –presencié con vergüenza ajena que un presidente estadounidense le pidiera a los asistentes pararse y aplaudir- , y suelte sus lineamientos sobre las políticas de estado venideras. Supuestamente. Pero este discurso fue más un resumen de lo que ha sido este primer año del empresario-presidente: frases huecas y promesas que más sonaron a amenazas.
Hasta el fact check es ocioso: dijo que su gobierno ejecutó el recorte de impuestos más grande de la historia. Falso pues. Está en el puesto 12 en base al porcentaje del producto bruto interno. Dijo que debe detenerse el sorteo de visas porque ayuda a que “cualquiera” ingrese al país sin méritos. Falso. El programa de sorteo de visas sólo selecciona participantes, no ganadores, ya que los elegidos tienen igualmente que pasar por una entrevista consular donde se le verifican sus antecedentes, y deben cumplir con ciertos requisitos básicos como secundaria completa y haber sostenido un empleo por lo menos dos años.
Siguiendo con el tema migratorio (su favorito), dijo que modificaría la ley actual para eliminar el patrocinio con el que, según él, “un solo inmigrante puede traer a un número ilimitado de familiares lejanos”. Falso. Un residente legal –quien además previamente tuvo que pasar por mil filtros- sólo puede solicitar documentación para su cónyuge e hijos no casados. Y un ciudadano, para cónyuges, padres, hijos y hermanos. Ergo, familiares directos. Y ninguno de estos trámites es gratuito ni tiene el éxito garantizado; pasan por decenas de filtros incluyendo una larga lista de espera. Pero ahí no quedó la cosa. Trump no puede con su genio y, presentando a cuatro llorosos padres de víctimas de la pandilla salvadoreña MS13, culpó al actual sistema migratorio por haber permitido que “asesinos” ingresaran al país siendo menores de edad. Traducción: los homicidios pandilleros en este país se acaban si no dejamos ingresar salvadoreños menores. Plop.
Otro fact sublimado para el público fue el de la tasa de desempleo de afroamericanos e hispanos. Asistentes de ambas comunidades intercambiaron esa clásica mirada de qué carajo está diciendo esta bestia cuando Trump, imperturbable, dijo que “la tasa de desempleo de los afroamericanos estaba en el porcentaje más bajo de la historia (…) el nivel de desempleo de hispanoamericanos también ha alcanzado su nivel más bajo en la historia”. What the f…? O sea, negritos y frijoleros, conmigo ahora trabajan más.
El objetivo de Trump era centrar la atención no en sus propuestas, sino en sus propios demonios: la inmigración es mala, los recortes de impuestos a los ricos son buenos porque algo le salpica a los pobres, hay que seguir persiguiendo musulmanes, nosotros somos los buenos y los norcoreanos los malos, etc. Divide y vencerás es el lema de un líder cínico, y se ha convertido en el motivo de vida de un gobierno que, así como va, está bien difícil que llegue al segundo mandato. Trump, hombre de (malos) negocios y de televisión, ha trasladado el espectáculo a la casa blanca: así como aquellas películas de humor simple donde los malos siempre están vestidos de oscuro y los buenos de claro, el presidente quiere ponérsela sencilla a los electores: yo digo que los inmigrantes son los enemigos, vienen a matar, nos quitan el trabajo, créeme porque soy el presidente. Importa un pepino que en una clase básica de economía y sociología esas premisas sean desbaratadas en un dos por tres. La cosa es dejar el camino marcado para estos tres largos años que nos quedan. Cada vez más desunidos. Cada país tiene el presidente que se merece, y el rostro del presidente que eligió. Y este rostro que cuando sonríe se coagula, es el de un presidente que nunca dejó de ser empresario.
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