En la edición pasada toqué el tema de la unión civil gay. No soy iluso: sabía que iba a joder un poco. La sociedad hispana es bien pacata, “moralista” cuando le conviene. Respeto la opinión ajena; en mi misma familia, no todos están de acuerdo con que dos personas del mismo sexo se unan en cualquier cosa parecida al matrimonio heterosexual. Alegan cuestiones familiares, psicológicas, etc. Hasta ahí estamos bien, no tenemos que coincidir. Pero lo que no aguanto es cuando se usa la religión para sustentar una posición. Menos cuando se escudan en ese libro fantástico llamado La Biblia como pretexto ejemplificador. Citaré unos párrafos de una carta reciente. Si el lector se identifica, queda bienvenido a seguir escribiéndome:
“Señor Hernán O. Gálvez. ¿Quiere que se le demuestre que la biblia habla sobre la Ley de Dios?” Y luego cita: “Levítico 18:22. No se acueste con un hombre como si te acostaras con una mujer. Este es un acto infame.”
Ya. O sea, con eso Diosito dijo saben qué, gays del mundo, ni se atrevan a hacer cositas porque es “un acto infame.” No malo, no perverso: infame. Dios escogió esas palabras, pues. Porque es infalible, ¿no? También, entonces, por algo escogió estas:
“Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo.” Lucas 14:26.
Aborrécete, ¿ya? Y a tu papi, mami, mujer, hijos, hasta al gato. ¿No ves que sólo así serás digno de Él? Tanto quiere Dios y sus seguidores a la familia heterosexual, que escribió (o mandó a escribir, seguro estaba cansado de crear tanto cura pedófilo) esto:
“Dijo asimismo a la mujer: Multiplicaré tus trabajos y miserias en tus preñeces; con dolor parirás los hijos, y estarás bajo la potestad o mando de tu marido, y él te dominará.” Génesis 3:16.
Eso explica tantas cosas, ¿no, estimado lector? Que fanáticos fundamentalistas, a través de los siglos, hayan perpetrado barbaridades como el Malleus Maleficarum para asesinar mujeres bajo cargos ridículos, o que la iglesia siempre haya rechazado la participación femenina y condenado su independencia. Veamos otra de las “evidencias” con la que usted sustenta su oposición al matrimonio homosexual:
“La mujer no debe usar ropa de hombre, ni el hombre debe usar ropa de mujer, porque al señor le repugna todo aquel que hace estas cosas.” Deuteronomio 22:5.
Modistos del mundo: suicídense. Claro, si son fanáticos y creen en estas huevadas. Según el amigo lector, este pasaje revela que el hombrecito no debe usar faldas, ni la mujercita pantalones, y, por
consiguiente –tautología superior- los gays no deben casarse. Miren, ¿han visto como vestían los cristianos primitivos? Bien a la túnica recontra masculina, ¿no? Y los obispos, por Dios (sin sarcasmo), con esas polleras dignas de travesti con mal gusto. Oigan, ¿no han leído
Deuteronomio? ¡Vístanse bonito carajo!
La Biblia lo que busca es proteger a la familia, ¿verdad? Por eso nos ilumina con etéreos panoramas sobre la concepción heterosexual:
“Habló Jehová a Moisés, diciendo: Habla a los hijos de Israel y diles: La mujer cuando conciba y dé luz a un varón, será inmunda 7 días…. Y si diera luz a una niña, será inmunda dos semanas.”
Levítico 12: 1, 2; 5.
¿Necesito opinar? Miren: como cualquier otro libro –y reconozco que la Biblia es el más importante de la historia-, esta compilación de escritos debe ser interpretada según la conciencia de cada uno. El lector, a partir de su propio bagaje cultural y emocional, aplicará el peso correspondiente a cada aspecto personal, íntimo. Eso está bien. Pero no mezclemos papas con camotes.
El derecho civil sólo corresponde a nosotros, la sociedad civil. La iglesia no tiene nada que ver. Ellos no nos piden autorización ni opinión para manejar sus asuntos. El tema de la unión civil homosexual lo decidiremos entre los que creemos en la igualdad, y entre los que no. Y, by the way: esto lo escribe un
creyente. Hasta la próxima
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