Desde el aislamiento
Nos pueden derribar en el exterior, pero la clave para vivir en la victoria es aprender cómo levantarnos en el interior
Joel Osteen
Otro día más… Me levanto y me preparo una taza de café, enciendo la televisión y lo único que veo son cifras de muertos, porcentajes de contagios y a políticos echándose el agua sucia para ver quién tiene la culpa de la expansión del ahora famoso virus. Mientras me entero de lo nuevo que va pasando, desbloqueo mi celular y es aún peor. No solo veo mi realidad, veo la realidad mundial.
Pero, ¿por qué hablo de mi realidad? Porque estamos en un mundo donde creemos que no nos va a suceder nada malo, quién sabe por qué. Pensamos que las enfermedades o calamidades nunca nos van a llegar. Donde el universo ajeno está a años luz del propio. Por eso es que todo es tan extraño: el bendito coronavirus, maquiavélicamente, nos unió.
Somos el primer país con mayor número de fallecimientos y de contagios por cada millón de habitantes. En los últimos días, las estadísticas han arrojado una tendencia a la baja en las cifras. Hace unas semanas, el porcentaje de evolución semanal por contagios era del 7,9%, mientras que hoy es de menos del 3%, lo que parece aliviarnos. Como la promesa visual del salvavidas lejano que nos ciega por un momento el panorama de muertos en el barco hundido.
Estamos acostumbrados a ver a otros morir. Esos más de 20,000 fallecidos podrían haber sido nuestros padres, nuestros hijos o nuestros abuelos. Pero en esta sociedad son simplemente números. Números que tenían sueños y, seguramente, personas que los amaban.
Tal vez España sentía que era indestructible. Aún recuerdo las palabras del Gobierno asegurando que no habría más de un caso, como ocurrió con el Ébola en 2014. Teresa Romero fue aislada y tratada. Así se contuvo ese virus.¿Políticamente lo generalizamos todo? Hasta las enfermedades…
Se sentían tan fuertes que hicieron caso omiso a las advertencias de la OMS. Aun conociendo el impacto del virus, permitieron que se llevara a cabo una manifestación el pasado 8 de marzo donde, tan solo en Madrid, según las cifras de la Delegación del Gobierno, cerca de 120,000 personas salieron a conmemorar la lucha de las mujeres por la igualdad. Aún se estudia si el disparo de las cifras se derivó de este evento, al menos en Madrid.
“Estamos en nuestro mejor momento, no es justo que nos dejen morir”, afirmaba Amparo, una señora de edad en un vídeo que inundó las redes sociales. Su marido estaba a punto de morir. Necesitaba un respirador. Los hospitales colapsaban y como si fuese un partido de ajedrez, esta reina protegía a capa y espada a su rey, pero el jaque mate lo habían decidido otros. La vida de los jóvenes prevalecía sobre la de los ancianos.
Pero cómo no iban a estar en su mejor momento si después de haberse sacrificado por años, las personas mayores al fin tienen eso que añoramos cuando jóvenes. Unos, han encontrado el amor, muchos trabajaron para ver por sus hijos y otros para poder tener una vejez tranquila. Ahora, dejaron atrás el afán y se dedican a disfrutar su paso por la tierra.
El llanto desesperado de esa mujer aún me hace un nudo en la garganta. ¡Qué impotencia! Pero, ¿cómo luchar?
Entre la frustración y la ansiedad te das cuenta que valen más las vidas que se están perdiendo, que es momento de ser solidario y pensar en los demás, pero cómo serlo en una sociedad que parece solo pensar en sí misma. Una sociedad que cree que se burla del Gobierno adoptando perros para poder salir a pasear, cuando en realidad se burlan de la vida misma.
Nos acercamos a los 200 mil infectados y cumplimos poco más de un mes en confinamiento. Aún nos falta camino por recorrer pues los científicos dicen recién en el primer trimestre del próximo año podremos ver un destello de la vacuna prometida.
En lo que va del estado de alarma, el impacto de las medidas para enfrentar la pandemia se traduce en más de 128 mil millones de euros, de los cuales 4,600 millones se destinaron para salud. Yo me pregunto: si está economía y su sistema sanitario se tambalean ¿Cómo será en los países de tercer mundo?
En estos días, ya no importa si unos viajan por el mundo mientras otros trabajan. Hoy, todos hacemos lo mismo, parece que la tendencia es estar en pijama todo el día y el reto es poder hacer una receta sin destruir la cocina o salir al supermercado sin pescar el virus. Sobrevivir, le dicen. Un verbo qe sabíamos que existía, pero que no conocíamos. Hasta ahora.
Parece una guerra mundial, solo que sin un enemigo físico. Es un enemigo invisible que no distingue sexo, raza o religión. Aquí no hay pactos o tratados que valgan. Solo países que se miran entre sí como si estuvieran presentando el examen final de alguna materia para el que no hubiesen estudiado, intentando copiar algo que les asegure que pasarán el semestre. Que les asegure sobrevivir.
Hoy, los influencers son los miles de sanitarios, guardias civiles, bomberos y todos aquellos que se exponen día a día al virus para salvar vidas. Nosotros que estamos en nuestras casas podemos aportar un grano de arena tan solo quedándonos en nuestro sofá.
Después de tanto pensar, apago el televisor y me digo a mí misma: “paciencia, que en esta montaña rusa de emociones hay esperanza”. Lo bueno es que me estoy redescubriendo y en estos encuentros conmigo misma aprendo a levantarme.
Email: sarabastoperiodista@gmail.com
Twitter @saragabrielab96
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