Por Sergio Morales
Qué agradable el fresco olor a Lavanda del piso de la cocina, me encanta, pero estoy muy molesto por esa estúpida costumbre de dejar las botellas sin su tapa. Es muy difícil calcular la cantidad de salsa de tomate que tiene el picadillo pero fácilmente esas son más de 200 bolitas de carne suspendidas en el aire. Las papas como son un poco más grandes están todavía más arriba y las cebollas para ser sinceros no las distingo muy bien. Aún sostengo firmemente el sartén con mi mano izquierda pero la mayor parte de su contenido ya no está. Me imagino que algunas de las gotas más aventuradas y veloces llegarán hasta el techo pero eso aún no sucede ¡Demonios! voy a manchar a las niñas. Afortunadamente mi mujer se sigue peinando en el cuarto. Las tres ampollas de mi mano derecha reclaman con dolor por ser la única parte de mi cuerpo que no está flotando.
Me imagino que es instinto o tal vez cobardía pero creo que es perfectamente normal que al elevarme sin desearlo una parte de mi cuerpo busque hacer conexión con el suelo. Hace escasos segundos faltaban 20 minutos para las diez de la mañana definitivamente no habrá tiempo para lavar esos vestidos blancos ¿por qué huye la micha? Esa gata es totalmente impredecible, ahora ya ni siquiera se deja agarrar por eso la sacamos al patio por rasguñadora y canija.
No entiendo cómo demonios se metió ¡Qué bien huele el piso caray! Afortunadamente el picadillo ya no está hirviendo. A las niñas no les gusta la comida tan caliente, tampoco a mí, es horrible la sensación cuando se te escalda la lengua ¿Por qué están tan sucias las aspas del abanico del techo? Con razón mi esposa se queja tanto del polvo. Es una lástima pero todo este líquido mojará mi pantalón y mi camisa nueva ¡Qué manera de arruinarlo todo! No es el momento pero tengo decir que no es mi culpa y aunque soy el que sostiene el sartén que arroja la comida que manchará a las niñas soy inocente. Realmente no sé qué pasó, hace un momento solo estaba preocupado por servirles en partes iguales y mientras caminaba hacia la mesa separaba con la cuchara en el mismo sartén la porción que le correspondía a cada una pero al sentir que mis pies no tocaban el suelo por instinto solté la cuchara para buscar el piso. Ahora estoy en problemas o más bien voy a estarlo. Los animales no entienden mucho de reglas pero con el tiempo aprenden unas cuantas.
La Micha sabe perfectamente que no debe meterse a la casa pero cuando el hambre aprieta no hay regla ni puerta ni persona que le impida hacerlo. Debí haberle comprado ayer en la tienda esas croquetas pero es que el precio me pareció excesivamente caro. Más caro me va a salir el haber manchado los vestidos de las niñas y mi ropa nueva sin contar que tendré que amortiguar 20 minutos o más de cólera encarnizada de mi esposa por haber estropeado la primera comunión. Estoy seguro que estaban cerradas todas las puertas de la casa pero seguramente la micha se metió por la lavandería. Condenada gata bien viva se viene para la cocina porque sabe que ahí hay comida y se mete bien despichadita sin hacer ruido por eso no la sentí y por eso le pise la pata de buenas que alcancé a brincar un poquito para quitarme si no de seguro se la quiebro ahí mismo ¿Cómo iba yo a saber que la botella del aromatizante estaba vaciándose justo al lado de donde yo iba caminando? ¿Por qué cuándo la botella se cayó no hizo ningún ruido al caerse?
Eso sin duda hubiera evitado el inminente accidente. Ya me había dicho mi esposa en repetidas ocasiones que poner el trapeador junto al bote era muy peligroso porque podía venir fácilmente alguien y sin querer tumbaría el bote sin darse cuenta pero es que el partido estaba en lo más interesante ¡faltaban solo 45 segundos! Y luego esa estúpida costumbre de dejar las botellas sin su tapa.
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