Isis y la culpa compartida

Por Hernán Gálvez Villavicencio

Otra vez Andrés: país europeo pro-yanqui, un evento popular, ataque suicida: terror, muertos, autoría sospechada a pocas horas refrendada: otra vez Isis. Y otra vez la arrogancia occidental empujará a cometer los mismos errores para enfrentarlos. Pero la cosa no es tan sencilla como simple falta de capacidad para derrotarlos. También tiene que ver con venganza y conveniencia. La sempiterna venganza calculada, convenida.

Es que estos “errores” son tanto conceptuales como prácticos: no es un grupo beligerante local al que se le puede ofrecer legalidad para neutralizarlos (lo ocurrido recientemente con las FARC en Colombia, por ejemplo). Tampoco es un enemigo invisible; los grupos terroristas por antonomasia tienen fines políticos y por lo tanto no esconden sus “hazañas” sino que las reivindican; ahí están, sabemos quiénes son, sabemos cómo se financian; los “buenos” son –en papel al menos- más… Entonces la pregunta se cae de madura: ¿por qué es tan difícil desaparecerlos?

Trataré de resumirte en una columna un tema que valdría miles de páginas de tesis doctoral, así que paciencia y aprende a leer entre líneas: todo acto rebelde es potencialmente popular porque se apoya en carencias, no en abundancias; su materia prima es el rencor y la ignorancia –primos hermanos del odio. El ladrón del barrio es normalmente “admirado” por personalidades blandas porque “les quita a los ricos” y comparte sus “ganancias” con los pobres.

Isis, tal como Al Qaeda en el plano internacional o las FARC y Sendero Luminoso en el espectro regional, utiliza el descontento de la gente para fortalecerse, entre otros factores. ¿Crees que cualquier hijo del vecino puede convencer a un joven de inmolarse por una causa tan gaseosa como la venganza? Ataques como el 11 de Septiembre jamás habrían ocurrido sin “ayuda” interna. Ayuda ya sea por acción u omisión. Te guste o no, Isis y Al Qaeda tienen simpatizantes donde más productivo les resulta: en el campo enemigo. Su “inversión” para ganar adeptos es mínima a comparación de los millones que se gastan para combatirlos. Y a esto súmale la carga religiosa –el fanatismo es a prueba de raciocinio: nosotros somos los buenos y ellos los malos porque así lo dice Alá, basta. Sus planteamientos, aunque joda, van ganando. A Bin Laden le bastó un par de boletos de avión y algunos jóvenes alucinados para cambiar la historia de Estados Unidos.

Que el policía descanse

¿Estamos vencidos entonces? ¿Imposible combatirlos porque muerto uno, puesto el otro? ¿No se acaba la rabia matando al perro? Preguntas válidas. Y la única manera de contestarlas es con realismo: toda guerra es un negocio.

Irak no tuvo nada que ver con los ataques del 11 de Septiembre y, sin embargo, fueron los primeros en pagar el pato. Estados Unidos tiene las tres agencias de inteligencia y espionaje más poderosas y equipadas del mundo. ¿Crees que, de habérselo propuesto, no podrían haber ubicado a Bin Laden inmediatamente en vez de perder tiempo con Hussein? Es que no se perdía tiempo pues, sino que se necesitaba caja chica. Follow the money

Unas semanas antes del ataque el Departamento de Estado recibió un brief donde se aseguraba que Al Qaeda preparaba un ataque aéreo. Más claro ni el agua. Pero desde hacía tiempo necesitaban una excusa para echarle mano al petróleo de Saddam. Y para que Halliburton, la compañía de provisiones militares de propiedad del vicepresidente Cheney, se hiciera de unos milloncitos más que a nadie le cae mal, ¿no? Sobre todo si gastas tanto en jugar al policía del mundo.

¿Crees que esta vez será distinto? Trump es un mono con metralleta (casi literalmente) y ya empezó a jugar a la guerrita. No tardará en “ofrecer su apoyo” a la incondicional Inglaterra y, de nuevo, a disfrazar nuestros perfiles de Facebook con la bandera inglesa, twittear nuestra extranjera indignación por las muertes de inocentes mientras nos comemos (una vez más) el cuento de la seguridad nacional. Desde que el mundo es mundo pelearse con un vecino exacerba el chauvinismo y distrae la atención pública. Seguirán capturando barbudos pero aparecerán otros. Lo espeluznante es que esto mantiene el status quo y todos felices. Todos, buenos y malos. Nadie dice nada.

Pero ya, está bien, seré un poquito flexible dentro de este pesimismo distendido que no puedo ocultar. Distendido porque, créeme, mucho no va a cambiar tu vida tampoco luego de este ataque y todas las reacciones que vengan. ¿Acaso no respiras todavía después de haber elegido presidente a ese mono-neuronal?  Al menos en teoría, no es que todo esté perdido. Empecemos por lo simple: no combates la idiotez convenciendo al idiota que deje de serlo. Combates la idiotez exponiendo las acciones del idiota –incluso dejándolo actuar en algunos casos aunque suene enfermizo, pero la guerra es de por sí enfermiza- ante los que todavía no lo son para ilustrarlos y vean que ese camino no puede seguirse jamás. Y Estados Unidos debe ocuparse DE VERDAD en la seguridad interna. No te comas el cuento que la única manera de protegernos es metiendo la nariz donde no nos llaman. Que el policía descanse. Mantén a tu gente educada y con trabajo: eso da seguridad. Endurece los filtros migratorios sin basarlos en las creencias del visitante. Que el derecho a vivir en un país sea ganado por acciones y no cuestionado por vestimentas. Demuestra que no eres el enemigo.

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