La política no es real

“La política no tiene relación con la moral” Macchiavello.

                                                                     

 

Por: Hernán Gálvez Villavicencio

Aquel canalla genial de Macchiavello soltó esta frase brutalmente cierta hace más de medio milenio, y es perfectamente aplicable al real politik actual, de cualquier continente, en cualquier idioma. La política en sí no “progresa”, va en círculos. Sobrevive quien se mantiene corriendo y se aleja del fondo centrífugo.

Veamos lo que ocurre aquí y luego le damos una ojeada a Perú: el presidente Trump quiere, a través de un decreto supremo, cancelar la ciudadanía automática a los neonatos de extranjeros ilegales. Alega, entre otras babosadas, que mantenemos con nuestros impuestos a estos nuevos americanos, engrandeciendo el asistencialismo. Una clase básica de economía serviría para desbaratar semejante estupidez. Ojo: economía, no moral. Es ahí donde todos equivocan el análisis. Pierden el tiempo con protestas inútiles e insultándolo, o llamándolo “racista”. ¿En serio creen que el jefe del país más poderoso del mundo no se ha asesorado e ignora la inviabilidad de su “propuesta”?

Estamos en elecciones de mitad de gobierno. Trump puede perder el control del congreso y ya expresó su deseo de ir a la reelección. Necesita apelar al “voto fácil”, aquel inconsciente que lo llevó a la presidencia: el voto básico, emocional, no analítico. Trump es presidente justamente porque buena parte de los estadounidenses piensa y siente como él. No es delito ser racista o imbécil; es delito quebrar la ley por racista y/o imbécil.

“El que engaña encontrará siempre quien se deja engañar”, Macchiavello dixit, también. La política es como la lucha libre o el amor (curiosa asociación): si entras convencido en que todo lo que vas a ver es real, estás jodido. Existe un grado de exageración y mentira sublimada “permisible”, siempre y cuando se conserven las formas. Trump sabe que su delirio no tiene asidero jurídico, pero le servirá para recuperar a esa ala de votantes simios que necesita para no perder control fáctico ahora y poder reelegirse después.

 

El club de los presidentes (y presidenciables) presos

 

“Yo no digo nunca lo que creo, ni creo nunca lo que digo, y si se me escapa alguna verdad de vez en cuando, la escondo entre tantas mentiras, que es difícil reconocerla”

Macchiavello pues, quién más.

Perú es un hervidero ahora, enfrenta una crisis política sin precedentes. En menos de una década hemos tenido un ex presidente enjuiciado, sentenciado, indultado y posiblemente vuelto a encarcelar pronto (Alberto Fujimori). Otro ex presidente encarcelado y luego liberado, pero aún sin juicio ni sentencia (Ollanta Humala). Una primera dama (Nadine Heredia, esposa de Humala) encarcelada también por supuestamente haber actuado en complicidad con su esposo; un presidente electo y luego obligado a renunciar y ahora investigado por corrupción (Pedro Kuczynski). Otro ex presidente con orden de captura internacional (Alejandro Toledo) por haber recibido sobornos para adjudicar obras públicas. Otra ex primera dama, dos veces candidata presidencial y lideresa del grupo político más fuerte del congreso, encarcelada sin juicio aún por supuestamente haber recibido sobornos disfrazados como aportes de campaña (Keiko Fujimori, hija de Alberto).

Me centraré en el último caso: Keiko Fujimori tendría que haber tenido las obras de Macchiavello como cabecera en vez de tantos asesores incompetentes. Un poco de viveza y habría librado la cárcel.

Judicialmente, su detención es una aberración legal, ordenada por un juez con ansias vergonzantes de figuración (que no les sorprenda que en unos años postule a algún cargo político). Soy cualquier cosa menos fujimorista, pero, a diferencia de lo sugerido por el genio florentino, como no soy un político sí puedo decir lo que humildemente pienso: la presunción de inocencia debe estar por encima del fracaso del sistema legal. Que nuestras fronteras sean una coladera (presidentes y funcionarios investigados que escapan como si nada) no puede calificar, ni en la república bananera más subdesarrollada, como argumento para sustentar una prisión preventiva “mientras te investigo”.

Lo peor es que estos idiotas, como sólo se enfocan en los reflectores momentáneos (patética la declaración del fiscal Domingo Pérez, otro figureti, luego de conocerse la orden de detención de Keiko, provocando al fiscal de la nación inflamadísimo de excitación ante las cámaras) no se dan cuenta del flaco favor que le hacen a la justicia. Paradójicamente, la justicia que supuestamente representan.

No me cabe duda que Keiko (y Alan García, otro ex presidente que tiembla, puede caer en cualquier momento) recibió dinero de grupos empresariales (en este caso la constructora brasileña Odebrecht, la misma que coimeó a Toledo, Humala y Kuczynski) como “inversión” a futuro en caso fuera elegida presidente. Pero vayamos a lo básico: recibir aportes de campaña para garantizar potenciales contratos puede ser inmoral, pero no es ilegal. Y además Keiko no ganó las elecciones. Nunca fue funcionaria pública, ergo, ¿dónde está el negocio?

Ahora: ¿eso la excluye a priori de ser investigada? Por supuesto que no, investíguenla todo lo que quieran. Pero su presunción de inocencia se mantiene, ¡ni siquiera ha sido enjuiciada aún! Para graficarlo con temas faranduleros, pero igualmente serios: ¿a alguien le puede caber duda alguna que OJ Simpson no mató a su ex esposa, o que Michael Jackson no tocó a ninguno de esos niños que lo acusaron? Las evidencias eran abrumadoras. Pero los respectivos fiscales no pudieron convencer a los jurados y ambos fueron absueltos. Fallaron en la presentación de sus casos.

¿Qué pasa si Keiko tiene éxito en su recurso de apelación y es puesta de nuevo en libertad, como sucedió con los Humala? En la recordación de la gente, que no tiene que saber necesariamente del funcionamiento del sistema judicial, quedará que ella “ya fue sentenciada, ya estuvo en la cárcel”. Y si, ya en libertad, y una vez –por fin- encaminado su juicio es encontrada culpable y sentenciada a prisión, ¿cómo carajos piensan que reaccionará la población? La victimizará porque “ya pagó, ya estuvo en la cárcel”.

Los Humala-Heredia pasaron nueve meses detenidos y sus juicios aún no comienzan. Existen otros mecanismos legales para evitar la fuga de un procesado: arresto domiciliario con grillete electrónico y vigilancia policial; imposición de fianzas altísimas; anulación de pasaportes y alertas en las fronteras, etc. Todas perfectamente amparadas por la constitución y no muy difíciles de ejecutar. Pero claro, no son populares. No te agencian cámaras ni portadas de periódicos.

Cuando la política es enfrentada así, de manera irreal –críticos tomándose en serio las paparruchadas de Trump y jueces/fiscales satisfaciendo sus egos y desatendiendo la justicia, en el caso de Keiko et al-, el resultado, en ningún caso, será bueno.

No se centren en las cojudeces que se le ocurren a Trump para buscar popularidad: desbaraten su “tesis” con respuestas técnicas, no con el sambenito de “eres racista, malo malo pof pof”. La brutalidad debe ser expuesta. Lo mismo en el caso de Keiko. Ella ya debe haber aprendido que peleándose con medio mundo e inventando guerras innecesarias (“guerra justa es aquella que es necesaria”, ya saben quién) lo único que atrae son enemigos igual de innecesarios, pero con la peligrosidad de tener poder. Y ahí están las consecuencias. Si entran en política, aténganse a sus reglas. Sobre todo, a la más importante: no es imprescindible tener todas las virtudes que proclamas tener, sino saber aparentarlas. Hasta la próxima.

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