Por Hernán O. Gálvez
hgalvez@me.com
¿Quién o qué idiotiza más? ¿El que por voluntad propia escoge trivializar sus demonios personales con un alucinógeno natural, o aquel que te prohíbe ese derecho pero no objeta que compres armas y alcoholices tu respiración sin más impedimento que el contenido de tu billetera?
Ohio me había sorprendido cuando hace unos meses acató sin mucho miramiento el decreto federal que retiraba la prohibición a los enlaces gays. Hubo uno que otro berrinche de los “conservadores” de siempre pero en general la sociedad aceptó que era un derecho civil quizás controversial pero inobjetable. Esa flexibilidad, aunque impostada, me dio esperanzas: los tiempos están cambiando. Iluso yo. El próximo paso natural era por fin retirar esa absurda prohibición al uso recreativo de la marihuana. Con la votación del 3 de Noviembre tuvimos esa oportunidad. Un abrumador 65% dijo que no.
¿Cómo explicárselo? ¿Conservadurismo anacrónico, miedo al cambio, o temor honesto pero desinformado al desenfreno social? Lo que jode es que cada interrogante tiene una respuesta que favorece la legalización. Si es puro idealismo, la lógica parte de la libertad: no lo consumas, pero tampoco lo prohíbas. Por ejemplo: puedes ser todo lo abiertamente racista que desees en este país, lo cual me parece bien. No te vas a la cárcel por ser racista. Lo que sí está prohibido es ejercer un acto discriminatorio en base a ese prejuicio. Y tanto víctimas como victimarios están de acuerdo que ambos bandos tienen todo el derecho del mundo de defender su posición al amparo de la constitución.
La misma lógica se aplica con las drogas: rechaza su uso todo lo que quieras, promueve campañas que incentiven el no consumo, pero no le quites el derecho a quien opine distinto. Como pasa con el alcohol o el tabaco.
¿Hay temor al cambio? Es válido, como cuando las computadoras remplazaron al trabajador o tuvimos que acostumbrarnos a que José podía casarse con Pedro. Pero ese temor no deslegitima el derecho. A mí puede aborrecerme –de hecho me recontra jode- que el alcalde permita el trabajo de construcción por las noches. ¿Pero por eso voy a negar el progreso natural que eso traerá a mi ciudad y el derecho a trabajar de esos empleados?
Dirán que una cosa no tiene que ver con la otra. Que no se puede comparar el uso recreativo de una droga con la mejora de nuestra comunidad. ¿Ah no? Veamos: sólo en Cleveland se promueven –a través de la empresa privada y el estado- más de cien festivales al año. ¿Y qué se vende en esos festivales? ¿Agua? Chela, harta chela. Las concesiones en Edge Water Park nada más dejan una ganancia de casi medio millón de dólares anuales. De haber sido aprobada la legalización de la marihuana, se habría concedido el derecho de siembra a diez condados, que habrían tenido el derecho de cobrar a los fabricantes el 15% de la ganancia bruta, y el 5% a los vendedores. Una cifra conservadora sugería una ganancia estatal de al menos medio billón de dólares al año. Todo por ser consecuentes con una situación real que seguirá ocurriendo, legal o ilegalmente.
Cada familia habría sido autorizada a sembrar hasta cuatro plantas de la hierba y conservar ocho onzas para uso personal. Tal como se permite la fabricación artesanal de cerveza.
¿Temor al desenfreno social? Carajo, parece que no aprendimos nada de la caída de Al Capone. Tomen el ejemplo del alcohol: ¿ven gente por las calles vendiendo cerveza por lo bajo a menores, o bandas organizadas de contrabandistas de licor? Legalizas y eliminas el tráfico ilícito, así de simple. Regulas y controlas. Es claro que con leyes y todo siempre habrá problemas de uso y abuso; es el trade off natural de la libertad. Pero la historia ha demostrado que prohibir sólo ha fortalecido y enriquecido el narcotráfico.
Veintitrés otros estados ya permiten el uso medicinal y recreativo de la marihuana con gran éxito. Era la oportunidad de enfrentar un problema real con soluciones reales, no con romanticismos obsoletos. Se vetó la legalización, ¿y? ¿En qué diablos se ha mejorado? ¿Acaso desapareció el tráfico callejero? ¿Ya no veremos mañana mismo a los mismos fumeques de siempre merodeando los parques de Cleveland? No dar un paso adelante, en este caso, nos hizo retroceder un kilómetro.
Hernán O. Gálvez es periodista y escritor. Tiene un bachiller en Periodismo de la universidad de Wisconsin y una maestría en Ciencias Políticas de la universidad estatal de Cleveland. También es dueño de Bilingual Trade International LLC, compañía de interpretación, traducción y asesoría en inmigración. Es colaborador de Telemundo Internacional para Cleveland, Ohio.
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