Por Luis Zúñiga
A la dictadura castrista le ha molestado la oferta que presentó el empresario Sergio Pino de construir casas a los militares que ayuden en un cambio democrático en Cuba. La parte material de la oferta es lo menos importante. Lo esencial del mensaje es la mano que el exilio cubano extiende a la jerarquía militar para que tomen el lado correcto en la crisis actual y sean el factor de cambio que reclama el pueblo cubano.
El mensaje de acercamiento tiene presente una realidad importante: los militares no han participado en la represión del régimen contra el pueblo. Sus manos no se han manchado de sangre ni han participado en maltratos y torturas contra los presos políticos.
Por esa razón, la mayoría de los exiliados daría la bienvenida a los militares que tomen el camino democrático. Ahí está, en evidencia, cómo el exilio ha abierto los brazos a todos los militares que han optado por separarse de la dictadura.
Es incuestionable que con participación militar, o sin ella, los días del régimen están contados. Los sucesos del pasado 11 de julio en Cuba, los vimos antes en los países comunistas de Europa Oriental, antes de su caída. Allí, los militares impidieron que los cuerpos represivos agredieran a las multitudes y forzaron a los civiles a renunciar al gobierno. Seguidamente, todos los mandos militares fueron ratificados por los gobiernos de transición, y continuaron en sus posiciones cuando se instauró la democracia. Así debe ser en Cuba, también.
El llamado a los militares está dentro del cumplimiento de su deber. Ellos juran lealtad a la nación, no a la ideología comunista, y la nación es el pueblo. El 11 de julio, la nación habló claramente: “No queremos más el régimen comunista”.
Entendemos que el sistema crea incertidumbre entre todos, incluidos los mandos militares. El temor a que una opinión honesta se interprete como “traición”, es real. Por eso, los altos oficiales deben usar las relaciones personales, y no las profesionales, como el vehículo, para hablar, en privado y con honestidad, sobre la situación real de Cuba. La responsabilidad que tienen sobre sus hombros es crucial.
La decisión a tomar no es difícil cuando se evalúa, honesta y objetivamente, lo que el castrismo ha hecho de Cuba: una nación arruinada económicamente, endeudada, con su infraestructura semidestruida, con una pobreza generalizada, los campos abandonados y llenos de marabú, la prostitución rampante, las cárceles repletas, la policía corrupta, con enormes desigualdades entre pueblo y dirigentes y, peor aún, sin futuro.
Ante esa realidad innegable, ¿deben los mandos militares continuar respaldando un régimen que no sabe gobernar, que solo genera pobreza y que persiste en mantenerse en el poder a base de represión y cárcel?
* El autor es analista político y exdiplomático.
Comments
Powered by Facebook Comments