Tarde a la Escuela

tarde
Sergio Morales
Riiiiiinggg!!!! Son las siete de la mañana. Rápido dile a la niña que se despierte que ya es hora. A lavarse la cara. Tras la intensa rutina de zumba del día de ayer, los cinco pies de tu cama al baño parecen 12 millas de distancia. La niña no se mueve. El sol aún no sale pero amenaza con hacerlo. Tu cabello es un desastre y te pica la parte de atrás del cuello por lo que te rascas un poco con el dedo índice de tu mano derecha. Das unos pequeños pasos y volteando tus hombros le dices a la niña al tiempo que dejas de rascarte – Ándale ya es hora.
La niña mueve su cabeza y hace un pequeño ronroneo apretando los ojos como si estuviera por levantarse. Tú terminas de hacer pipí, con todo lo que esto implica, te levantas de la taza, le bajas al baño, y le pones un poco de pasta de dientes a tu cepillo al tiempo que gritas -¿ya te levantaste? ¡Ya es tarde señorita!- La niña se gira hacia el otro lado de la cama, se estira lo más que puede extendiendo al máximo su pierna izquierda y su brazo derecho al grado de arquear su espalda y puja apretándose a sí misma durante tres segundos. Sigue ronroneando y ahora lo hace casi como diciendo que no, es como si le hubieras pedido estudiar toda la unidad del libro escolar y ella no supiera hablar y te respondiera con ruidos raros entre ronroneos, chistadas y movimientos de cabeza.
Prendes la luz -¡apágala! – grita ella.
– Ya párate – insistes tu pero ahora con voz más fuerte y firme.
Ella sabe que ahora no es broma. Se levanta y se dirige al baño. Ya sabe lo que tiene que hacer. Tú te vas a la cocina y sacas el jamón y los huevos del refrigerador. Prendes la estufa, sacas el sartén de debajo de la alacena, le pones aceite. Un poco, no mucho, hay que cuidar la salud de la niña. Recuerdas que el lonche no lo has hecho aún –¿Qué vas a querer de lonche? – gritas desde la cocina. La niña responde ya en el cuarto mientras espera para que la cambies –¡cerealitos! Sacas los cerealitos de la alacena y los pones en su lonchera.
Regresas al cuarto y comienzas a cambiar a la niña al tiempo que le reclamas porque su compañera Valentina ya se cambia sola. A la niña no parece impresionarle mucho tu comentario y se deja manipular para que le pongas la blusa. -¿Me oiste Jimena? Ya debes de cambiarte tu sola- insistes.
–Ay pues cámbiame tú- dice la niña sin dejar de ver la televisión.
Tú siempre le prendes la televisión para que no se vuelva a dormir. Terminas de cambiarla y la sientas para peinarla. Ella se queja porque le estiras mucho el cabello. Que no se te olvide el broche del pelo. Si no lleva ese broche no la dejan entrar al colegio.
–Ya nada más te faltan los zapatos. Póntelos y te vienes a almorzar- le dices mientras te levantas y te diriges a la cocina. A los tres minutos le insistes que se apure y finalmente, en los comerciales, ella llega a la cocina para almorzar.
– ¿hiciste la tarea?- preguntas amenazante.
– sí – responde ella con seguridad.
Observas por la ventana y la vecina ha salido a recoger el periódico. Hay que poner el café, sin tu café no puedes pasar de la primera hora del día. La niña para un momento de comer el jamón con huevo que le preparaste y pregunta -¿ La casita mami?
-¿casita? ¿Cuál casita Jimena? Respondes en un tono de advertencia que asustaría al más valiente de los valientes.
-La casita que me encargaron, que te dije ayer – dice la niña con los ojos llenándose de lágrimas.
-¿cómo que te encargaron una casita? ¡No me dijiste Nada Jimena!- dices tú casi gritando.
La niña limpiándose las lágrimas contesta llorando con una pequeña vocecita que apenas se escucha– si te dije.
Volteas a ver el reloj y faltan veinte minutos. Rápido no hay mucho tiempo que perder. Sacas el bote de leche del refrigerador y vacías el contenido en otro recipiente. El camión ya se pasó, habrá que llevarla en el coche. Las tijeras. Corres a tu cuarto y en el tercer cajón de la derecha (contando de arriba abajo) hay una pequeña caja en la que guardas todo ese tipo de suplementos. Sacas las tijeras de ahí y regresas a toda velocidad a la cocina.
La niña, ya sin llorar pero con los ojos húmedos y los cachetes colorados pregunta- ¿Qué vas a hacer mami?
– pues la casita- respondes tu al tiempo que con extraordinaria habilidad recortas la ventana y la puerta del bote de leche.
–vámonos, súbete rápido al auto- Le dices.
–Pero mami… -dice la niña.
-Ándale Jimena ¿Qué no ves que faltan cinco minutos? ¡Muévete!- gritas desesperada- y la arreas cual ganado hacia el coche.
-¿En donde están las malditas llaves?- Gritas de nuevo.
La llaves están en el portallaveros de la entrada como siempre. Las tomas, corres al auto y lo enciendes.
-¿Estas enojada conmigo mami? -Pregunta la niña.
-No Jimena pero ya es muy tarde – respondes tu.
Pasan el primer semáforo que afortunadamente está en verde. Pareciera que por las circunstancias del día se justifica que aceleres un poco (aunque nunca se justifica) y lo haces. No se ve ningún policía por las calles y aprovechas. Alto, el semáforo de la cuadra siguiente está en rojo. Volteas a ver el reloj y faltan dos minutos. Aceleras medio segundo antes de que cambie el color de la luz en el semáforo y las llantas producen en el asfalto ese particular sonido de los autos de carreras al arrancar. La escuela está a media cuadra y ya casi no hay papás dejando a los alumnos obviamente por lo tarde que es.
–Ándale Jimena ya están cerrando la puerta- le dices a la niña mientras frenas el auto de golpe y te bajas para abrirle la puerta. La bata se te abre y el frío matinal se te cuela por entre los bóxers y la blusa refrescando las partes más ocultas de tu cuerpo. Sí, la bata. De pronto recuerdas que antes de salir de casa había que cambiarse y el pelo !Díos mio! ¡El pelo!
Piensas – Bueno, ya ni modo, lo bueno es que pudimos hacer la tarea.
Tomas el bote de leche con los dos agujeros que, forzando al máximo la imaginación, deberían de ser la puerta y la ventana. La forma de bote de leche es porque se supone que es una casa de techo a dos aguas y el liquido blanco que aún escurre dentro es seguramente porque llovió (intentas convencerte) aunque el agua no es blanca sino transparente y los techos a dos aguas no son así pero bueno, a final de cuenta, la tarea ahí está.
-¡Ándale Jimena! Ahí está ya tu maestra y nos está haciendo la seña de que nos apuremos – dices mientras la niña se desplaza lentamente hacia ti, para bajarse del coche al tiempo que pregunta.
-¿Y la mochila mami?
En fracciones de segundo tu mente recorre las calles de regreso de la escuela hasta tu casa. No hace alto en los semáforos y llega. Pasa la puerta, entra a la cocina, mira debajo de la mesa junto a la segunda silla de la derecha y ahí está.
Piensas – Dejé la cafetera encendida.

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