Vete a la izquierda

Por Hernán Gálvez Villavicencio
hgalvez@me.com

Hernan Galvez 01No uso mucho mi cuenta de Twitter pero anoche se me antojó intercambiar “tuits” políticos con colegas a razón de las elecciones presidenciales en Perú. Mi país, by the way

Resulta que me gradué de brujo y ocurrió lo recontra predecible: los dos candidatos de ultra-derecha pasaron al ballotage: Keiko Fujimori -heredera del caudal electoral de su padre, el encarcelado expresidente Alberto Fujimori- y Pedro Pablo Kuczynski, octogenario evangelista del más despiadado liberalismo lobista.

La cosa es que también Verónika Mendoza, guapa treintañera representante del clásico socialismo anti-todo-estoy-en-contra-hasta-a-que-la-luna-sea-blanca, llegó al tercer puesto, pisándole los talones a Kuczynski. Lo cual muchos –a mi parecer equivocadamente- proclaman como un “triunfo de la izquierda”.

Vamos por partes: ¿qué michi tiene que ver esto con mi regreso a Twitter? Que comenté una publicación de mi colega Gerardo donde aconseja a la izquierda “cambiar” ahora que podría necesitar aliarse con el diablo de Wall Street, don PPK. Yo, entre sueños de opio, tuitié un iluso: “No sé si la izquierda deba cambiar. Me conformo con que aprenda.”

Mi sorpresa fue cómo una sola frase pudo provocar lecturas tan distantes. Para el buen Gerardo, a quien asumo de centro-derecha como yo, era una crítica asolapada al eterno romanticismo progresista. Para un tuitero que sólo se identificó como El Mono, yo era un “rojete ignorante” (o sea, un “comunista.” No agrego el adjetivo peyorativo “ignorante’ porque sería redundante. Para ser rojo sólo se necesita ser bestia. Comprobado).

Y así es como pasamos de lo particular a lo general: el Perú es un país en eterno signo de interrogación. Etiquetamos (mal) al que piensa distinto o aparentamos pensar distinto sólo para sentirnos, justamente, distintos. Y esos odios gratuitos se exacerban más en las campañas electorales.

Analicemos el “triunfo” de la izquierda: nos ha gobernado un par de veces con resultados diversos. El general Velasco implementó un plan socialista con resultados catastróficos para la economía y la democracia. Ollanta Humala, el actual presidente, fue elegido como representante de la izquierda radical pero terminó gobernando como un Reagan cualquiera, amado por el empresariado. La izquierda en el Perú sólo ha servido para hacer (buena) oposición, pero fracasa estrepitosamente cuando le toca administrar. A menos que administre como derecha.

Técnicamente, aún es posible que Mendoza remonte (los resultados al 84.5% del conteo arrojan: Fujimori 39.51%; PPK 21.55% y Mendoza 18.52%). Si eso ocurriera, doy como presidenta a Keiko, a ojos cerrados. Mendoza, como buena admiradora de Chávez, hizo de su campaña un popurrí de frases beligerantes, con la pierna innecesariamente en alto. De superar a PPK –a quien criticó duramente por su liberalismo y defensa del libre mercado- tendrá que sentarse a negociar con él si desea ganarle a Fujimori. Y lo mismo ocurrirá con el gringo si las cifras se mantienen. Con la diferencia que PPK sí procuró un verbo más conciliatorio.

Ahora, tampoco es que PPK la tenga segura si llega al repechaje. Keiko aprendió de los errores de su primera campaña y ha logrado lo imposible: “desfujimorizar” su partido, imitando el exorcismo político que practicó Park Geun-hye, primera mujer presidente en Corea del Sur e hija del sangriento dictador Park Chung-Hee.

Ensayando (al menos para el público) la estrategia de la surcoreana, Keiko esta vez fue más enfática al condenar los crímenes del gobierno de su padre. En un discurso brindado en Harvard, “caviarizó” aún más su imagen prometiendo mayores programas sociales. Incluso declaró a favor del matrimonio gay –el fujimorismo llegó al poder gracias a los votos conservadores evangélicos. Y se deshizo de los colaboradores más fanáticos que tuvo su padre, reclutando en su lugar a antiguos opositores (sus dos vicepresidentes fueron críticos de Alberto Fujimori).

El resultado: un aumento de casi el 20% en las preferencias a comparación de las elecciones del 2011 (Keiko obtuvo un 23% en aquella primera vuelta, enfrentando a Ollanta Humala). Eso no es casualidad. El fujimorismo ha consolidado fuertemente dos frentes: el “teflón” político –todo insulto es ya conocido y no repercute negativamente entre sus seguidores: el muy sudamericano ‘robó pero hizo obra’-; y el trabajo de campo, con bases políticas en prácticamente todo el Perú.

Otro factor en contra de PPK es que tendrá que aceptar que se equivocó. Inusual en política. O explicar por qué cambió de opinión. Lo que pasa es que en el 2011 apoyó públicamente a Keiko ante la “amenaza” del supuesto chavismo de Humala –quien ya dije que resultó más capitalista que la China en sus dealings con Estados Unidos. Será un PPK versus PPK interesante porque de hecho que su ahora contrincante le sacará esa perlita del pasado.

Es más viable que un derechista como Kuczynski convenza a la izquierda eternamente desunida para enfrentar juntos -pero no revueltos- a la nueva “amenaza”: el regreso del fujimorismo corrupto encarnado en esta Keiko pasteurizada. Aunque también no le sería tan complicado a nuestra Geun-hye mazamorrera seducir a esa mancha grande de indecisos –casi el 15%- y pasar tranquila el 50%. Mi diagnóstico espantado es que parece que el fujimorismo tendrá esa segunda oportunidad que tanto reclama (y, como buenos sentimentaloides culposos, los peruanos somos capaces de dársela. Si Alan García fue presidente dos veces, por Dios…) La izquierda, como siempre, no supo capitalizar otra oportunidad histórica por pelearse hasta con su sombra. Por eso, querido tuitero El Mono, no te mando a la mierda, sino a la izquierda…

Síganme en Twitter (si quieren): @hernanpocofloro

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